🇪🇸 MONS CARLO MARIA VIGANÒ: LA MENTE EVERSIVA DE ESTE PONTIFICADO

DISCURSO MONS. VIGANO’, 27.12.2021

Al leer los Responsa a Dubia publicado recientemente por la Congregación para el Culto Divino, uno se pregunta a qué nivel más bajo podría haber descendido la Curia Romana para tener que complacer a Bergoglio con tal servilismo en una guerra, cruel y despiadada contra la parte más dócil y fiel de lglesia.

Nunca, en las últimas décadas de gravísima crisis en la Iglesia, la Autoridad Eclesiástica se ha mostrado tan decidida y severa. No lo hizo con los teólogos herejes que rondan las universidades pontificias y los seminarios. No lo hizo con clérigos y prelados fornicarios, no lo hizo en castigo ejemplar de los escándalos de obispos y cardenales, pero sin piedad, sin misericordia, sin inclusividad contra los Fieles, los Sacerdotes y los Religiosos que sólo piden poder celebrar la Misa Tridentina.

Hermanos, nunca antes bajo este pontificado había sido perceptible el abuso de poder por parte de las autoridades, ni siquiera cuando Pablo Sesto arrojó 2000 años de Lex Orandi en el altar del Vaticano II, imponiendo a la Iglesia un ritual tan equívoco como hipócrita. Esa imposición a la que correspondía la prohibición de celebrar en el rito antiguo y la persecución de los disidentes tenía al menos la coartada de la ilusión de que un cambio tal vez reviviera la suerte del catolicismo frente a un mundo cada vez más secularizado.

Hoy, después de 50 años de grandes desastres y 14 años de Summorum Pontificum, esa justificación lábil no solo ya no es válida, sino que está desautorizada por su inconsistencia por la evidencia de los hechos. Todo lo que trajo el Concilio, una vez más, resultó perjudicial, vació las iglesias, seminarios y conventos, destruyó las vocaciones eclesiásticas y religiosas, agotó todo ímpetu espiritual, cultural y civil de los católicos. Humilló a la Iglesia de Cristo y la confinó a los márgenes de la sociedad, haciendo patética su torpe intento de agradar al mundo.

Viceversa, ya que Benedicto Décimo Sesto trató de curar ese vulnus reconociendo plenos derechos a la liturgia tradicional, las comunidades vinculadas a la Misa de San Pío Quinto se han multiplicado, los seminarios de los institutos Ecclesia Dei han crecido, las vocaciones aumentaron, la frecuencia de los fieles incrementó, la vida espiritual de muchos jóvenes y muchas familias encontró un impulso inesperado. ¿Qué lección debería extraerse de esta experiencia de la tradición invocada en ese momento también por monseñor Marcel Lefebvre? lo más evidente y al mismo tiempo más simple, lo que Dios le ha dado a la iglesia está destinado al éxito y lo que el hombre le agrega se derrumba miserablemente.

Un alma no cegada por la furia ideológica habría admitido el error cometido intentando de reparar el daño y de reconstruir lo que tanto había sido destruido, restaurarando lo que había sido abandonado. Pero esto requiere humildad, una mirada sobrenatural, una confianza en la intervención providente de Dios. Esto también requiere la conciencia por parte de los pastores de que son administradores de los bienes de los Señor y no dueños. Ellos no tienen derecho ni a enajenar bienes ni a esconderlos ni a sustituirlos por inventos propios. Ellos deben limitarse a custodiarlos y poner sine glossa a disposición de los fieles y con el pensamiento constante de tener que responder ante Dios por cada ovejita y cada cordero de su rebaño.

Amonesta el Apóstol Pablo Hic iam queritur inter dispensatores ut fidelis quis inveniatur ”Lo que se pide a los administradores es que se encuentren fieles”.

Los Responsa a Dubia son consecuentes con los Traditiones Custodes y expresan el carácter subversivo de este Pontificado en el que el poder supremo de la Iglesia está usurpado para obtener un propósito diametralmente opuesto al que nuestro Señor ha designado como autoridad a los Sagrados Pastores y a su Vicario en la tierra. Un poder indócil y rebelde para quien lo estableció y que lo legitima. Un poder que se cree Fido Solutus, por así decirlo, sin un principio intrínsecamente revolucionario, según un principio intrínsecamente revolucionario y por tanto herético.

No olvidemos que la revolución reivindica un poder que se justifica por el mero hecho de ser revolucionario, subversivo, conspirador y antitético del poder legítimo que pretende derrocar. Y que apenas alcanza roles institucionales gobierna con autoritarismo tiránico, precisamente porque no es ratificado por Dios ni por el pueblo.

Se me permita señalar un paralelo entre dos situaciones aparentemente desconectadas. Como en presencia de la pandemia se niegan tratamientos eficazes con la imposición de una vacuna inútil, dañina e incluso letal, así se niega culpablemente a los fieles en un momento de gravísima pestilencia moral la Misa Tridentina, verdadera medicina del alma sustituyéndola por el Novus Ordo.

Los médicos no cumplen con su deber, incluso en presencia de terapias y requieren tanto a los enfermos como a los sanos un suero experimental e insisten en administrarlo a pesar de la evidencia de su total ineficacia y de los efectos adversos.

De manera similar, los sacerdotes médicos del alma, traicionan su mandato incluso en presencia de un medicamento infalible probado durante más de 2000 años y hacen todo lo posible para evitar que aquellos que han experimentado su efectividad lo usen para curarse del pecado. En el primer caso, las defensas inmunológicas del organismo se debilitan o se borran para crear pacientes con enfermedades crónicas a merced de las empresas farmacéuticas. En el segundo caso, las defensas inmunes del alma se ven comprometidas por una mentalidad mundana y por la anulación de la dimensión sobrenatural trascendente... para dejar las almas indefensas ante los ataques del Diablo.

Y esto es válido como respuesta a quienes pretenden afrontar la crisis religiosa sin considerar en paralelo la crisis social y política. Porque es precisamente esta duplicidad de ataque lo que lo hace tan terrible y lo que revela una única mente criminal. No quiero entrar en los méritos de los delirios de los Responsa, basta con conocer la Ratio Legis para rechazar Traditiones Custodes como un documento ideológico y sesgado, elaborado por personas vengativas y intolerantes, lleno de veleidades y graves errores canónicos, con la intención de prohibir un rito canonizado de dos mil años de santos y papas, e imponer uno espurio copiado por los luteranos, remendado por los modernistas, que en 50 años provocó un enorme desastre en el Cuerpo Eclesial. Y que precisamente por este efecto devastador no debe conocer ninguna derogación.
No solo está la culpa, también está dolo, y la doble traición al Divino Legislador y a los Fieles.

Obispos, Sacerdotes, Religiosos y Laicos se encuentran una vez más teniendo que hacer una elección de campo o con la Iglesia Católica y su doctrina bimilenaria inmutable o con la Iglesia Conciliar Bergogliana, con sus errores y sus ritos secularizados. Y esto sucede en una situación paradójica en la que la Iglesia Católica y su falsificación coinciden en una misma jerarquía, a la que los Fieles sienten que deben obedecer como expresión de la autoridad de Dios y al mismo tiempo que deben desobedecer como traidora y rebelde.

Por supuesto, no es fácil desobedecer al tirano. Sus reacciones son despiadadas y crueles. Pero persecuciones mucho peores fueron las que los católicos tuvieron que sufrir a lo largo de los siglos, que se vieron enfrentados al arrianismo, a la iconoclasia,a la herejía luterana, al cisma anglicano, al puritanismo de Cromwell, al laicismo masónico de Francia y México, al Comunismo soviético y de España, Camboya, China.
¿Cuántos Obispos y Sacerdotes martirizados, encarcelados y exiliados? ¿Cuántos religiosos masacraron, cuántas iglesias profanaron, cuántos altares destruyeron? ¿Y todo esto por qué? Porque los Sagrados Ministros no quisieron renunciar al tesoro más preciado que nos dio Nuestro Señor, la Santa Misa. La Misa que Él enseñó a celebrar a los Apóstoles y que los Apóstoles transmitieron a sus sucesores, que los Papas han custodiado y restaurado, y que siempre ha estado en el centro del odio infernal de los enemigos de Cristo y de la Iglesia.
Pensar que esa Santa Misa por la que Misioneros enviados a tierras protestantes o Sacerdotes prisioneros de los gulag arriesgaban su vida, esté prohibida hoy por la Santa Sede, es motivo de dolor y escándalo, así como una ofensa a los Mártires que esa Iglesia defendieron hasta el último aliento.

Pero estas cosas sólo las pueden entender los que creen, los que aman, los que esperan. Sólo los que viven por Dios. Quienes se limitan a expresar reservas o críticas contra Traditionis Custodes y a Responsa caen en la trampa del adversario porque reconocen la legitimidad de una ley ilegítima e inválida, deseada y promulgada para humillar a la Iglesia y sus Fieles, para molestar a los tradicionalistas que se atreven nada menos que adversarios de la doctrina heterodoxa condenada hasta el Vaticano II, que éste hizo suya y hoy se convierte en la clave del pontificado Bergogliano. Tradizionis Custodes y Responsa simplemente deben ignorarse y devolverse al remitente. Hay que ignorarlos porque hay un claro deseo de castigar a los Católicos que se han mantenido fieles, de dispersarlos, de hacerlos desaparecer.

Me horroriza el servilismo de tantos Cardenales y Obispos que pisotean los derechos de Dios y de las Almas que les han sido confiadas para complacer a Bergoglio, y que se atribuyen el mérito de mostrar su aversión a la liturgia preconciliar considerándose merecedores del elogio público y aprobación del Vaticano. A ellos se dirigen las palabras del Señor. Ustedes se consideran justos ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Lo que es exaltado por los hombres es detestable ante Dios.

La respuesta coherente y valiente a un gesto tiránico de la autoridad eclesiástica debe ser la resistencia y la desobediencia contra un orden inadmisible. Resignarse a aceptar esta enésima opresión significa añadir un precedente más a la larga serie de abusos tolerados hasta ahora, y con la obediencia servil hacerse responsable de mantener un poder como fin en sí mismo. Es necesario que los Obispos sucesores de los Apóstoles ejerzan su Sagrada Autoridad en obediencia y fidelidad a la Cabeza del Cuerpo Místico para poner fin a este golpe eclesiástico que tuvo lugar ante nuestros ojos. El honor del Papado lo exige, hoy expuesto al descrédito y la humillación por Aquel que hoy ocupa el Trono de Pedro. Es requerido por el bien de las Almas cuya salvación es la Suprema Lex de la Iglesia, es por la gloria de Dios con respecto a las cuales ningún compromiso es tolerable.

El Arzobispo polaco Jan Pawel Lenga dijo que es hora de una contrarrevolución católica si no queremos que la Iglesia se hunda bajo la herejía y los vicios de mercenarios y traidores. La promesa del Non Prevalevunt no excluye mínimamente, al contrario, pide y exige una acción firme y valiente no solo por parte de los Obispos y Sacerdotes, sino también de los Laicos, que son tratados como sujetos como nunca antes a pesar de la llamamientos fatuos a la Actuosa Partecipazio y su papel en la iglesia, ¡tomemos nota! El clericalismo alcanzó su apogeo bajo el pontificado de quien hipócritamente no hace más que estigmatizarlo.

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