"Hijo mío, no te olvides de mi enseñanza".

Este capítulo enfatiza la importancia de confiar en el Señor y no en la propia comprensión. Nos insta a reconocerlo en todos nuestros caminos para que Él enderece nuestras veredas. También destaca la necesidad de no ser sabios en nuestra propia opinión, sino de temer al Señor y apartarse del mal, lo cual trae salud y bienestar. Este proverbio valora la disciplina del Señor como muestra de Su amor, comparándola con la corrección de un padre a su hijo. La sabiduría y el entendimiento se presentan como las joyas más valiosas, trayendo paz, vida prolongada y bendiciones. Finalmente, se promueve la bondad, la confianza en el prójimo y la evitación de la violencia, estableciendo una vida llena de gracia y seguridad en Dios.