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Video 7 de Catequésis Para Adultos
Video 7 Catequesis para Adultos
—2 Samuel 12:9-14 ¿Por qué has despreciado al Señor, haciendo lo que más le desagrada? Has matado a espada a Urías, el hitita; has tomado su mujer como esposa tuya y lo has matado con la espada de los amonitas. Por todo esto, por haberme despreciado y haber tomado como esposa la mujer de Urías, el hitita, la espada no se apartará nunca de tu casa». Así dice el Señor: «Suscitaré el mal en tu casa; ante tus ojos te quitaré tus mujeres y se las daré a otro que dormirá con ellas a la luz del sol que vemos. Tú lo has hecho en secreto. Yo lo haré a la vista de todo Israel y a la luz del sol» David dijo a Natán: —He pecado contra el Señor. Natán le respondió: —El Señor ya ha perdonado tu pecado. No morirás. Pero, por haber ofendido al Señor con esta acción, el hijo que te ha nacido morirá.
— CIC # 2412 En virtud de la justicia conmutativa, la reparación de la injusticia cometida exige la restitución del bien robado a su propietario
—CIC # 2487 Toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación, aunque su autor haya sido perdonado.
—CIC # 1459 Muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo (por ejemplo, restituir las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido calumniado, compensar las heridas). La simple justicia exige esto. Pero además el pecado hiere y debilita al pecador mismo, así como sus relaciones con Dios y con el prójimo. La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los desórdenes que el pecado causó (cf Concilio de Trento: DS 1712). Liberado del pecado, el pecador debe todavía recobrar la plena salud espiritual. Por tanto, debe hacer algo más para reparar sus pecados: debe "satisfacer" de manera apropiada o "expiar" sus pecados. Esta satisfacción se llama también "penitencia".
—Mateo 4:2 Después de haber ayunado cuarenta días con cuarenta noches, sintió hambre.
—Mateo 17:21 Pero esta clase no sale sino con oración y ayuno
—Mateo 16:24 Entonces les dijo Jesús a sus discípulos: —Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga.
—Colosenses 1:24 Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia.
—San Josemaria (Santo Rosario. Cuarto misterio doloroso. La Cruz a cuestas) Pero no lleves la Cruz arrastrando… Llévala a plomo, porque tu Cruz, así llevada, no será una Cruz cualquiera: será… la Santa Cruz. No te resignes con la Cruz. Resignación es palabra poco generosa. Quiere la Cruz.
—CIC # 1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
— CIC # 1031 La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:
«Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, Dialogi 4, 41, 3).
Antes de la caída
—Génesis 2:25 Ambos estaban desnudos, el hombre y su mujer, y no sentían vergüenza.
Después de la caída
—Génesis 3:7 “Entonces se les abrieron los ojos y conocieron que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron. Y cuando oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, el hombre y su mujer se ocultaron de la presencia del Señor Dios entre los árboles del jardín. El Señor Dios llamó al hombre y le dijo: —¿Dónde estás? Éste contestó: —Oí tu voz en el jardín y tuve miedo porque estaba desnudo; por eso me oculté.”
—Genesis 3:16 A la mujer le dijo: —Multiplicaré los dolores de tus embarazos; con dolor darás a luz tus hijos; hacia tu marido tu instinto te empujará y él te dominará.
—Génesis 3:17-19 Al hombre le dijo:—Por haber escuchado la voz de tu mujer y haber comido del árbol del que te prohibí comer: Maldita sea la tierra por tu causa. Con fatiga comerás de ella todos los días de tu vida. Te producirá espinas y zarzas, y comerás las plantas del campo. Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado, porque polvo eres y al polvo volverás.
—Génesis 1:28 Y los bendijo Dios, y les dijo: —Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla
—Romanos 5:13 Pues, hasta la Ley, había pecado en el mundo, pero no se puede acusar de pecado cuando no existe ley.
—Génesis 4:8-12 Caín dijo a su hermano Abel: —Vamos al campo. Y cuando estaban en el campo, Caín se alzó contra su hermano Abel, y lo mató. Entonces el Señor dijo a Caín: —¿Dónde está tu hermano Abel? Él respondió: —No lo sé.¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? El Señor le dijo: —¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama hacia mí desde la tierra. Ahora, maldito seas, márchate de esta tierra que ha abierto su boca para recibir la sangre que has derramado de tu hermano. Aunque la trabajes, no volverá a darte su fruto; vivirás errante y vagabundo por la tierra.
—Exodo 20:13 No matarás.
—Génesis 13:13 Pero los habitantes de Sodoma eran perversos y pecadores empedernidos contra el Señor.
—Génesis 18:20 Y dijo el Señor: —Se ha extendido un gran clamor contra Sodoma y Gomorra, y su pecado es gravísimo;
—Génesis 19:1-29 Los dos ángeles llegaron a Sodoma al atardecer; Lot estaba sentado a la puerta de la ciudad. Cuando Lot los vio, se levantó, salió a su encuentro y los adoró rostro en tierra. Les dijo:—Por favor, señores míos, venid a casa de vuestro siervo, pasad la noche, y lavaos los pies; así podréis madrugar y seguir vuestro camino. Le contestaron: —No. Pasaremos la noche en la plaza. Él les insistió tanto que se fueron con él y entraron a su casa; les preparó un banquete, coció panes ácimos y comieron. Aún no se habían acostado, cuando los hombres de la ciudad, hombres de Sodoma, tanto jóvenes como viejos, todo el pueblo a la vez, rodearon la casa. Llamaron a Lot y le preguntaron: —¿Dónde están los hombres que entraron anoche en tu casa? Sácanoslos para que los conozcamos. Lot salió hacia ellos a la entrada y cerró la puerta tras él. Les dijo:—Por favor, hermanos míos, no cometáis tal maldad. Mirad, tengo dos hijas que aún no han conocido varón, voy a sacároslas y haced con ellas lo que queráis; ahora bien, a estos hombres no les hagáis nada, puesto que se han cobijado bajo mi techo. Le contestaron: —¡Quítate de ahí! Y añadieron: —¿Uno que ha venido como extranjero quiere hacer de juez? Ahora te trataremos a ti peor que a ellos. Y empujaron violentamente a Lot de tal modo que estaban a punto de derribar la puerta. Pero los hombres alargaron la mano, metieron a Lot junto a ellos dentro de la casa y cerraron la puerta. Y deslumbraron a los que estaban a la entrada de la casa, tanto pequeños como mayores, de forma que no conseguían encontrar la entrada. Entonces los hombres le preguntaron a Lot: —¿A quién más tienes aquí? A yernos, hijos e hijas, y a todos los que tengas en la ciudad, sácalos de este lugar, pues vamos a destruirlo, porque es muy grande el clamor ante el Señor contra sus habitantes, y nos ha enviado a destruirlo. Lot salió y habló con sus yernos, los que iban a casarse con sus hijas, y les dijo: —Levantaos, salid de este lugar porque el Señor va a destruir la ciudad. Pero a ellos les pareció que bromeaba. Al amanecer, los ángeles apremiaron a Lot diciéndole: —Levántate, y llévate a tu mujer y a tus dos hijas que se encuentran aquí, no vaya a ser que perezcas en el castigo de la ciudad. Él se retardaba, y entonces aquellos hombres los agarraron de la mano a él, a su mujer y a sus dos hijas en un acto de misericordia del Señor hacia él. Le sacaron y le colocaron fuera de la ciudad. Y cuando los sacaron afuera, uno le dijo: —Huye, por tu vida; no mires atrás ni te detengas en toda la vega; huye a la montaña, pues si no, perecerás. Lot les contestó: —No, por favor, mi Señor; he aquí que tu siervo ha hallado gracia a tus ojos, y ha sido grande la misericordia que has tenido conmigo al salvarme la vida; pero no podré huir hasta la montaña sin que me alcance la desgracia y muera. Mira esa ciudad; está cerca para refugiarme allí y es bien poca cosa; huiré allí —bien poca cosa es— y salvaré la vida. Él le dijo: —Mira, te acepto también esta petición de no destruir la ciudad de la que hablas; date prisa, huye allí, pues no puedo hacer nada hasta que llegues. Por eso aquella ciudad se llamó Soar. Salía el sol en el horizonte cuando Lot llegó a Soar. Entonces el Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego lanzados por el Señor desde el cielo. Destruyó aquellas ciudades y toda la vega, con todos los habitantes de las ciudades y las plantas del suelo. La mujer de Lot miró hacia atrás y se convirtió en estatua de sal. Abrahán se levantó de madrugada y fue al lugar donde había estado con el Señor. Miró hacia Sodoma y Gomorra y hacia toda la región de la vega, y vio que subía de la tierra una humareda como la de un horno. Así, Dios, cuando destruyó las ciudades de la vega, se acordó de Abrahán y libró a Lot de la catástrofe que arrasó las ciudades en las que había habitado Lot.
—Génesis 38:8-10 Entonces dijo Judá a Onán: —Acércate a la mujer de tu hermano y cumple con ella como cuñado, para suscitar descendencia a tu hermano. Onán sabía que la descendencia no sería suya, por lo que, cada vez que se llegaba a la mujer de su hermano, derramaba por tierra, para no dar descendencia a su hermano. Desagradó al Señor lo que hacía y le hizo morir también a él.
Este enlace es para la Enciclica Humanae Vitae
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