Las gaviotas en el Mar!

4 days ago
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**Título: El Vuelo de las Gaviotas**

Era una mañana radiante en la playa de San Lorenzo, donde el sol comenzaba a desperezarse sobre el horizonte, pintando el cielo de tonos dorados y anaranjados. Las olas rompían suavemente en la orilla, dejando un rastro espumoso que se desvanecía rápidamente. En este escenario idílico, un grupo de gaviotas se preparaba para comenzar su día.

Las gaviotas, con sus plumas blancas y grises, se habían reunido en un acantilado cercano. La más atrevida del grupo, llamada Lía, miró hacia el mar y sintió un impulso irrefrenable de volar. “¡Vamos! ¡Hoy es un gran día para explorar!” exclamó, extendiendo sus alas con entusiasmo.

Sus amigas, Sara y Mía, dudaron un momento, pero la energía de Lía era contagiosa. “Está bien, volaremos juntas”, dijeron, uniendo sus fuerzas. Con un fuerte batir de alas, se lanzaron al aire, sintiendo la brisa fresca del océano acariciar sus plumas.

Mientras volaban sobre la playa, observaron a los bañistas que comenzaban a llegar. Los niños jugaban en la arena, construyendo castillos y riendo a carcajadas, mientras los adultos se acomodaban en sus tumbonas. Las gaviotas se deslizaron en círculos sobre la playa, disfrutando de la libertad y la emoción de estar en el aire.

De repente, Lía avistó algo brillante en la arena. “¡Miren eso!”, gritó. Se acercaron a investigar y descubrieron un pequeño anillo de plata que alguien había perdido. “Esto es precioso”, dijo Mía, admirando la joya. Las gaviotas decidieron llevarlo a su amiga, la tortuga Marisol, quien siempre tenía historias fascinantes que contar.

Al llegar al lugar donde Marisol solía descansar, las gaviotas encontraron a la tortuga tomando el sol en una roca. “¡Marisol! ¡Mira lo que encontramos!”, gritaron emocionadas. Marisol se giró y, al ver el anillo, sonrió. “Ese anillo pertenece a una mujer que siempre viene a la playa a dejar comida para mí. Deben devolverlo”, sugirió.

Lía, Sara y Mía decidieron que tenían que ayudar. Juntas, volaron de vuelta al lugar donde habían visto a la mujer, que estaba sentada en una silla de playa, mirando al mar. Al aterrizar cerca de ella, comenzaron a hacer un ruido para llamar su atención. La mujer se dio cuenta de las gaviotas y se acercó, sorprendida al verlas tan cerca.

“¿Qué es lo que quieren?”, preguntó, y las gaviotas hicieron un gesto con el pico hacia el anillo que Lía llevaba. La mujer se inclinó y, al ver el anillo, su rostro se iluminó. “¡Mi anillo! ¡Pensé que lo había perdido para siempre!”, exclamó.

Agradecida, la mujer se sentó en la arena y dejó caer un poco de comida para las gaviotas como muestra de gratitud. “Gracias, pequeñas”, dijo mientras las gaviotas picoteaban la comida. Lía, Sara y Mía se sintieron felices al haber ayudado.

El día continuó lleno de aventuras. Volaron por sobre las olas, se deslizaron entre las nubes y exploraron cada rincón de la playa, disfrutando de la amistad y la libertad. Al final del día, mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, las gaviotas regresaron a su acantilado, cansadas pero contentas.

“Hoy fue un gran día”, dijo Lía, mientras se acomodaban en su lugar para descansar. “No solo volamos, sino que también hicimos algo bueno”. Sara y Mía asintieron, sabiendo que el verdadero vuelo de las gaviotas no solo se medía en distancias recorridas, sino en las pequeñas acciones que hacían en su viaje.

Y así, bajo el cielo estrellado, las gaviotas cerraron los ojos, soñando con más aventuras en la hermosa playa de San Lorenzo.

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