Algunas reflexiones de la entrevista concedida por C. M. Viganò el 13 de agosto de 2024

4 months ago
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El arzobispo Carlo Maria Viganò explica qué es y qué no es un cisma: «El cisma es un pecado contra la unidad de la Iglesia. Se consuma cuando un bautizado se niega a someterse a la autoridad del romano pontífice y a permanecer en la comunión de fe y caridad de la Iglesia católica. ¿Pero qué sucede si en vez de un papa que defienda y gobierne la Iglesia, en la cátedra de Pedro hay un usurpador que la demuele sistemáticamente, elegido y nombrado fraudulentamente por la mafia de San Galo precisamente para este fin? La Iglesia católica está ocupada por un cuerpo extraño que se le superpone y la oscurece como en un eclipse: este cuerpo extraño no es la Iglesia, sino la anti-Iglesia del falso profeta, y como tal no es posible estar en comunión con ella».
El arzobispo pone de manifiesto la posición de los católicos contemporáneos que se han convertido en rehenes del apóstata Bergoglio. Tras la publicación de la declaración Fiducia supplicans, se encontraron en una falsificación sinodal de la Iglesia católica que proclama un antievangelio sodomítico: «Los católicos pertenecen a la Iglesia católica, no a su falsificación conciliar y sinodal de la que Bergoglio es la cabeza. Es Bergoglio quien está en estado de cisma con la Iglesia de la que dice ser papa, y como hereje y cismático no tiene ni puede ejercer ningún poder, ni exigir ninguna obediencia».
El arzobispo Viganò habla del abuso de los tribunales eclesiásticos: «Reitero, sin embargo, que el uso del poder judicial con fines políticos que presenciamos en la esfera civil, especialmente en los Estados Unidos de América, se refleja en la esfera eclesiástica a través de sanciones canónicas instrumentales y engañosas».
El arzobispo señala la pena inválida que sienta un precedente que le sirve a Bergoglio para intimidar a otros obispos y sacerdotes para que guarden silencio: «La excomunión contra mí, aunque manifiestamente inválida y nula, constituye una forma de represión de la disidencia y debería servir de disuasión para los demás. Estoy convencido de que habría faltado gravemente a mis deberes de obispo y sucesor de los apóstoles si hubiera seguido guardando silencio, como lamentablemente hacen todos mis hermanos obispos».
El arzobispo muestra que la influencia de Satanás es más eficaz cuando puede abusar de las estructuras oficiales: «Quiero llamar la atención sobre un elemento fundamental y muy importante. Debemos entender que “la jugada maestra de Satanás”, enemigo jurado de la Iglesia, se produjo mediante la apropiación de la autoridad y el abuso del poder vinculado a ella, de modo que su acción desintegradora tuviera todas las apariencias de legalidad al menos formal».
El arzobispo Viganò compara el Concilio Vaticano II con una bomba de relojería: «Se suponía que el Concilio Vaticano II sería el instrumento legal para colocar el explosivo en los cimientos de la Iglesia, para luego detonarlo. Tenía que parecer un Concilio, tenía que dar la idea de tener la misma autoridad que el Concilio de Nicea o de Trento, pero al mismo tiempo no podía definir como verdades que hay que creer las herejías que el magisterio ya había condenado».
El arzobispo Viganò pone de relieve el método del Concilio para promover de forma encubierta las herejías, a saber, la ambigüedad de los términos: «Entonces esos errores se insinuaban con el equívoco, con formulaciones deliberadamente imprecisas, que, en el momento oportuno, pudieran servir de base para llevar a cabo la revolución. Seguimos hablando del “Concilio”, pero deberíamos tener la honestidad de reconocer que para la “Iglesia conciliar”, nacida con el Vaticano II, solo existe un “concilio”, el cual supera en autoridad e importancia a los veinte concilios ecuménicos de la Iglesia católica.
Este Concilio es una anomalía, porque se utilizó con un fin subversivo, bajo la apariencia formal de un acto solemne de la Iglesia y con la imperatividad (además de la autoridad) del papa y de los padres conciliares».
El arzobispo Viganò revela que el Concilio Vaticano II creó las condiciones previas para la actual revolución bergogliana dentro de la Iglesia y para la transformación de la Iglesia en una anti-Iglesia de la Nueva Era. Se trata de un proyecto masónico: «El objetivo del Vaticano II era crear las premisas doctrinales —no necesariamente explícitas y a menudo escondidas en formulaciones ambiguas— para revolucionar la Iglesia, protestantizándola y secularizándola, para poder conducirla hacia la unión sincrética de todas las religiones. Y este es el proyecto de la masonería: la religión ecuménica e inclusiva de la humanidad».
El arzobispo Viganò pone de manifiesto el programa establecido por el Concilio, a saber, la destrucción del fin divino y de la esencia de la Iglesia: «El Concilio Vaticano II se ha extendido en la Iglesia como un cáncer. Ha comprometido a todo el cuerpo eclesial —en todo orden y grado, en sus instituciones y estructuras— a la subversión de su constitución divina. El nuevo catecismo, el nuevo código de derecho canónico, la nueva misa, los nuevos sacramentos, la enseñanza en los seminarios y en las universidades, la predicación en las parroquias, las actividades de las asociaciones católicas, la vida religiosa en los conventos y monasterios: todo ha sido manipulado y remodelado según el paradigma conciliar. Los resultados están a la vista de todos».
El arzobispo señala que, al violar un principio fundamental, es decir, el fin último de la existencia de la Iglesia, el Concilio se descalificó a sí mismo: «Así como la autoridad del papa no puede usarse para destruir el papado, así también la autoridad magisterial de un Concilio no puede usarse maliciosamente para destruir a la Iglesia. Pierde ipso facto su autoridad, puesto que invierte su razón de ser, es decir, su fin último».
Ahora que vemos los frutos perniciosos de los que no se puede dudar, el rechazo del Concilio herético es el deber de todo obispo y de todo sacerdote: «Mi rechazo del Concilio está motivado precisamente por el hecho de que este Concilio contradice al magisterio infalible y a los veinte concilios ecuménicos anteriores».
Veinte años después del Concilio, el entonces cardenal Ratzinger, en una entrevista con Messori, apuntó a su fruto trágico: las vocaciones religiosas habían desaparecido, y en particular el cardenal adujo una estadística desastrosa de Quebec. La razón era que la oración en los conventos y monasterios había sido sustituida por meditaciones orientales y la vida espiritual por la psicología. Todos se remitían al Vaticano II. Sobre todo las monjas sufrían una crisis existencial y abandonaban los monasterios en masa. De hecho, no había nuevas vocaciones. Pero decir la verdad tal y como se puede decir ahora no era posible en aquella época.
Hoy vemos el fruto pernicioso, sobre todo la actividad destructiva de Bergoglio, que apenas encuentra resistencia en los obispos y que ha culminado con la promulgación del nuevo antievangelio y con la separación, mediante Fiducia supplicans, de la doctrina católica ortodoxa, es decir, de la Iglesia de Cristo. Bergoglio sigue abusando de la autoridad suprema de la Iglesia para lograr su autodestrucción.
Estos son los hechos y es necesario reflexionar seriamente sobre ellos e identificar la raíz envenenada, es decir, el Concilio Vaticano II. El arzobispo Carlo Maria Viganò ha llamado abiertamente y con valentía al Concilio lo que era y lo que es, es decir: herético e inválido. Lo ha hecho con toda responsabilidad y amor a la Iglesia católica, con el deseo de su renovación interna y externa.
El Concilio Vaticano II:
1) abrió la puerta a la panherejía del modernismo;
2) con la publicación de Nostra aetate, introdujo en la Iglesia el sincretismo destructivo con el paganismo y la antimisión del paganismo, vinculada al pecado contra el primer mandamiento;
3) utilizó el método de los términos ambiguos en sus documentos, dando así la oportunidad de cuestionar todas las verdades sobre las que se cimenta la Iglesia;
4) con su así llamado aggiornamento, abrió la puerta al espíritu del mundo y expulsó al Espíritu de verdad, unido al verdadero arrepentimiento, de dentro de la Iglesia;
5) prohibió la verdadera apologética en la Iglesia y dio así lugar a la propagación masiva de herejías.
Bergoglio dice que solo está aplicando consecuentemente el programa del Concilio Vaticano II. Por eso, de acuerdo con el espíritu del Vaticano II, ha transformado la Iglesia católica en una pseudo-Iglesia del Anticristo mediante la así llamada declaración doctrinal Fiducia supplicans. Ha llegado el momento de hacer verdadera penitencia, de volver a las fuentes sanas de la doctrina católica que nos asegura la salvación eterna, y, por consiguiente, de renunciar a Bergoglio y a su secta.
¿Cuál es el mensaje del arzobispo Viganò a los fieles?
«La Sagrada Escritura nos advierte sobre el reino del Anticristo que se establecerá en todo el mundo en los últimos tiempos, y sobre el rol del falso profeta en la manipulación de las masas. Es difícil no ver la preparación de todo esto en la ideología globalista que encarna el proyecto sinárquico de la masonería y en la total sumisión de los líderes de la Iglesia bergogliana a este proyecto».
El arzobispo hace hincapié en la verdadera misión de la Iglesia, a saber, salvar las almas y restablecer el reino de Cristo: «Aquí no estamos hablando de cuestiones abstrusas, sino de los fundamentos mismos de la fe católica: la unicidad de la Iglesia como instrumento de salvación, su misión de conversión de las almas a Dios y la necesidad de restaurar la realeza social de Cristo como única salvaguardia contra toda tiranía, tanto temporal como espiritual».
Por último, el arzobispo habla de la persecución anunciada en el libro del Apocalipsis y advierte de los falsos profetas que llevan a la unidad con el espíritu del mundo: «Antes de la segunda venida de Nuestro Señor, la Iglesia —que es su cuerpo místico— debe pasar por su pasión en una feroz persecución: la Sagrada Escritura lo dice claramente, en particular el libro del Apocalipsis de San Juan. Esto debe hacernos comprender la importancia de dar testimonio de Cristo y denunciar a los falsos profetas que intentan persuadirnos a hacer pactos con el mundo».
+ Elías
Patriarca del Patriarcado católico bizantino

+ Metodio OSBMr + Timoteo OSBMr
Obispos secretarios

13 de septiembre de 2024

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