Análisis de la declaración del arzobispo C. M. Viganò sobre la situación de la Iglesia /1.ª parte: Concilio Vaticano II/

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Cita de la Declaración del arzobispo Carlo Maria Viganò: «... esta rendición cobarde y culpable comenzó con la convocatoria del Concilio Ecuménico Vaticano II y con la acción clandestina y muy organizada de clérigos y laicos vinculados a las sectas masónicas, encaminada a subvertir lenta pero inexorablemente la estructura de gobierno y de magisterio de la Iglesia para demolerla desde dentro».
No se podía haber hablado antes de esta dolorosa verdad del plan oculto para destruir la Iglesia desde dentro, porque el Concilio Vaticano II se convirtió literalmente en un ídolo. «Vaticanum Secundum» y «Nostra aetate» eran el mantra de casi todas las disciplinas teológicas y de casi todas las clases de las facultades de teología. Las Escrituras y toda la tradición cristiana fueron reinterpretadas en el espíritu del Vaticano II. Atreverse a exponer con veracidad las herejías del Vaticano II significaba en aquel momento descalificarse totalmente. El arzobispo Viganò tampoco pudo expresar claramente esta verdad en el pasado. Solo ahora ha llegado el momento de que él, como alto funcionario del Vaticano desde hace mucho tiempo, la exponga públicamente, con claridad y responsabilidad.
Sin embargo, incluso hoy, cuando los desastrosos frutos de este Concilio son claramente visibles, todavía se considera un crimen señalar las herejías perniciosas, el programa y el espíritu suicidas del Vaticano II. Por esta denuncia, Bergoglio y su secta están lanzando una falsa excomunión contra el arzobispo Viganò. Al mismo tiempo, también lo acusan de no reconocer como papa a un hereje manifiesto de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia. No se puede negar el hecho de que Bergoglio ha incurrido en excomunión latae sententiae múltiple y en anatema según Ga 1,8-9 por predicar un falso evangelio, y está fuera de la Iglesia de Cristo. Por otra parte, en lo que respecta al arzobispo Viganò, la pseudoexcomunión solo confirmó que él no tenía nada que ver con la secta de Bergoglio y que estaba y está en la Iglesia de Cristo.
El ex nuncio en EE. UU. revela que el Concilio Vaticano II estaba relacionado con la acción clandestina y muy organizada de prelados, sacerdotes y laicos liberales y heréticos vinculados a las sectas masónicas. Así, el Concilio Vaticano II tuvo dos vertientes: la oficial, es decir, la reunión de prelados, y la extraoficial, es decir, la acción de herejes y liberales que seguían un plan para cambiar el espíritu y la doctrina de la Iglesia según el proyecto masónico. Hasta el día de hoy, muchos son incapaces de aceptar esta dura verdad y permanecen en el aura embriagadora artificialmente creada del Vaticano II.
Cita del arzobispo Carlo Maria Viganò: «… los documentos de las sectas secretas prueban la existencia de un plan de infiltración concebido en el siglo XIX y llevado a cabo un siglo después, exactamente en los términos en que había sido concebido».
El arzobispo demuestra que los planes de desintegración interna de la Iglesia también están incluidos en los documentos de las sectas secretas que datan del siglo XIX. Sin embargo, no toma este hecho como argumento principal. El argumento principal son las herejías del Vaticano II, su espíritu herético y el fruto visible de esta raíz envenenada en la actualidad. Por lo tanto, en este ambiente, el pseudopapa puede permitirse consagrarse públicamente a Satanás y bendecir abiertamente el pecado de la sodomía, por el que Dios amenaza con fuego del cielo. Otro fruto del Vaticano II es que los creyentes, ebrios del espíritu de aggiornamento, ya no perciben estos crímenes del más alto calibre. Esta ceguera espiritual es signo de la maldición que, según Ga 1, 8-9, ha caído sobre la Iglesia. Los católicos de hoy tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen. La única solución es que todo católico, laico, sacerdote u obispo, se arrepienta en este ámbito y llame herejía a la herejía, tanto a la de Bergoglio como a la del Vaticano II. Sin esto no puede haber renovación de la Iglesia.
Cita del arzobispo Carlo Maria Viganò: «Análogos procesos disolventes se habían producido anteriormente en el ámbito civil, y no es casualidad que los papas supieran ver la labor disgregadora de la masonería internacional en las sublevaciones y guerras que ensangrentaron las naciones de Europa».
Tanto los masones como el modernismo herético, condenado por san Pío X, fueron responsables de la desmoralización de las naciones cristianas en el ámbito civil. Los papas preconciliares tenían pensamiento y principios morales basados en las Escrituras y la tradición de la Iglesia. Por lo tanto, eran capaces de reconocer la influencia disgregadora de los masones incluso detrás de las sublevaciones y guerras en Europa.
Después del Vaticano II, el principio masónico de poner encubiertamente a su gente a cargo del Estado, quienes luego no sirven a la nación, sino a los objetivos masónicos, fue transferido a la Iglesia. Como los gobiernos seculares autodestruyen sus propias naciones, así también la jerarquía de la Iglesia autodestruye la Iglesia.
Se creó deliberadamente una atmósfera en la que era imposible siquiera decir en voz alta que había masones, porque a uno se le tacharía inmediatamente de conspirador. Asimismo, no se permitía señalar las herejías del Concilio, porque quien lo hiciera sería declarado enemigo de la Iglesia. El trasfondo masónico hace que los gobiernos libren la guerra contra su propio pueblo, y este es el principio del Estado profundo (Deep State). La guerra contra la Iglesia, con el objetivo de su autodestrucción, la libra la jerarquía eclesiástica, y este es el principio de la Iglesia profunda (Deep Church).
Cita del arzobispo Carlo Maria Viganò: «A partir del Concilio, la Iglesia se ha convertido en portadora de los principios revolucionarios de 1789, como han admitido algunos de los partidarios del Vaticano II y como lo confirma el aprecio de las logias hacia todos los papas del Concilio y del posconcilio, precisamente por los cambios que los francmasones venían pidiendo desde hacía tiempo».
La Revolución francesa de 1789 está intrínsecamente ligada a los francmasones que la iniciaron y dirigieron. Probablemente nadie lo dude hoy en día. El arzobispo Viganò dice abiertamente que incluso los partidarios del Vaticano II no dudaron en admitir que la Iglesia se había convertido en portadora de los principios revolucionarios masónicos. Prueba de esta afirmación es el aprecio de las logias hacia todos los papas del Concilio y del posconcilio, precisamente por los cambios que los francmasones venían pidiendo desde hacía tiempo.
Cita del arzobispo Carlo Maria Viganò: «El cambio ―o mejor dicho, el aggiornamento― ha sido tan central en la narrativa del Concilio como para constituir la marca distintiva del Vaticano II y plantear esta asamblea como el terminus post quem que proclama el fin del “ancien régime” ―el de la “vieja religión”, el de la “misa vieja”, del “preconcilio”― y el comienzo de la “Iglesia conciliar”, con su “nueva misa” y la relativización sustancial de todos los dogmas».
El arzobispo subraya que el lema del Concilio fue cambio o aggiornamento, que socavó a las raíces de la fe y de la moral, incluidas la Sagrada Escritura y la tradición eclesiástica. Bajo la bandera de este cambio, todo lo preconciliar quedó súbitamente obsoleto. La Iglesia preconciliar no se adaptó al mundo, sino que fue columna de la verdad, la levadura y la sal de la tierra. La Iglesia posconciliar, con su aggiornamento, se fusionó con el espíritu de este mundo. Este cambio fue radical, tan radical que se despreció todo lo preconciliar. Proclamó el fin del «ancien régime»: de la llamada vieja religión preconciliar. ¿Y qué aportó la nueva «Iglesia conciliar»? ¡La relativización de todos los dogmas!
Cita del arzobispo Carlo Maria Viganò: «Entre los partidarios de esta revolución aparecen los nombres de quienes hasta el pontificado de Juan XXIII habían sido condenados y apartados de la enseñanza por su heterodoxia. La lista es larga e incluye también a ese Ernesto Buonaiuti, excomulgado vitando, amigo de Roncalli, que murió impenitente en la herejía».
Debe saberse que Angelo Roncalli, es decir, Juan XXIII, también estaba en la lista de los modernistas en tiempos de san Pío X. Por esta razón, Pío XI lo castigó enviándolo como legado a Bulgaria y luego a Turquía, donde, de hecho, la Iglesia católica es casi inexistente. Pero algún tiempo después, por influencia de los masones, se lo nombró nuncio en Francia. El entonces alcalde de Lyon era el masón Édouard Herriot, que también presidía la Asamblea Nacional. No escatimó elogios entusiastas para el nuncio Roncalli. Poco después, de nuevo gracias a los masones, Roncalli se convirtió en patriarca de Venecia y, en consonancia con las intenciones suyas, logró asumir el papado. Su Pacem in terris coincide plenamente con el proyecto masónico.
Cita del arzobispo Carlo Maria Viganò: «Constituye para mí un honor que se me “acuse” de rechazar los errores y las desviaciones que implica el llamado Concilio Ecuménico Vaticano II, al que considero completamente desprovisto de autoridad magisterial debido a su heterogeneidad respecto a todos los verdaderos concilios de la Iglesia, que reconozco y acepto plenamente, así como todos los actos magisteriales de los romanos pontífices».
Para el arzobispo constituye un honor ser «acusado» de rechazar los errores y las desviaciones que implica el llamado Concilio Ecuménico Vaticano II. Declara abiertamente que el Concilio está completamente desprovisto de autoridad magisterial debido a su heterogeneidad respecto a todos los verdaderos concilios de la Iglesia. Por otra parte, el arzobispo deja claro que reconoce y acepta plenamente todos los verdaderos concilios de la Iglesia, así como todos los actos magisteriales de los romanos pontífices. Bergoglio, por el contrario, en su motu proprio «Ad theologiam promovendam» del 1 de noviembre de 2023, introdujo el principio de cambio de paradigma, afirmando que todo lo contrario a lo que había decretado era nulo y sin valor.
Bergoglio ha sido el principal protagonista en la implementación de los cambios del Concilio Vaticano II, y esto de manera tan consecuente que ya no se puede llamar pecado al pecado, sino que se bendice públicamente al pecado, como lo establece su Fiducia supplicans. Ha sustituido el Evangelio de Cristo con un antievangelio sodomítico, climático, coronavírico, la moral con antimoral, e incluso ha conseguido engañar a los participantes en el Sínodo sobre la sinodalidad haciéndoles creer que todavía tienen que enterarse de qué rumbo tomará la Iglesia en el siglo XXI.
Cita del arzobispo Carlo Maria Viganò: «Rechazo firmemente las doctrinas heterodoxas contenidas en los documentos del Vaticano II que han sido condenadas por los papas hasta Pío XII, o que contradicen de alguna manera el magisterio católico».
Monseñor Viganò profesa estar en plena comunión con todos los papas hasta Pío XII y, por tanto, rechaza todas las doctrinas heterodoxas ―es decir, herejías― condenadas por estos papas y contenidas en los documentos del Vaticano II. ¿De qué se trata exactamente? El término, que suena positivo, «respeto a otras religiones», es decir, a los cultos paganos, se utilizó para promover la herejía del sincretismo con el paganismo. Incluye implícitamente la reverencia a los demonios adorados por los paganos, y todas las formas de ocultismo. ¡Ay de aquel que se atreva a afirmar verdaderamente que esto es un pecado contra el primer mandamiento!
La declaración Nostra aetate se convirtió así en una herramienta para la destrucción de la verdadera misión y la transición al llamado diálogo, lo que a su vez significó la antimisión dentro de la Iglesia. Esta herejía la implantó Juan Pablo II en Asís en 1986 y Francisco la llevó a cabo con la entronización del demonio Pachamama en el Vaticano y con la publicación de los documentos heréticos sobre la Amazonia, que el cardenal Brandmüller calificó no solo como apostasía, sino también como estupidez. Y, para colmo, Bergoglio se consagró públicamente a Satanás bajo la quía de un brujo en Canadá. Al hacerlo, puso en marcha cambios radicales que surgen de las raíces del Concilio Vaticano II.
El Concilio aprobó tácitamente la herejía del modernismo condenada por san Pío X, y así le abrió la puerta a todas las escuelas teológicas inmediatamente después del Concilio. Se convirtió en doctrina oficial, aunque pone en duda no solo la inspiración divina de la Sagrada Escritura, sino también la divinidad misma de Cristo, su muerte redentora por nuestros pecados en la cruz, la resurrección real e histórica y todos los milagros contenidos en la Biblia, sin excluir los Evangelios. Todo debe entenderse solo simbólica, escatológica o suprahistóricamente. Solo se habla de las verdades divinas para cuestionarlas y negarlas.
En cuanto al lenguaje ambiguo del Concilio, hoy Bergoglio lo utiliza con agilidad al igual que la corriente dominante; es cierto que miente, miente y miente.
Cita del arzobispo Carlo Maria Viganò: «Me resulta cuando menos desconcertante que quienes me juzgan por cisma sean los que abrazan la doctrina heterodoxa, según la cual subsiste un vínculo de unión “con quienes, estando bautizados, se honran con el nombre de cristianos, pero no profesan la fe en su totalidad o no guardan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro” (LG n. 15)».
El arzobispo señala que quienes lo juzgan por el llamado delito de cisma son quienes abrazan la doctrina según la cual existe un vínculo de unión con quienes no reconocen a ningún papa. El arzobispo Viganò reconoce a todos los papas verdaderamente católicos, pero de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia no reconoce a un hereje manifiesto que haya usurpado el papado. Separarse de un hereje manifiesto es el deber de todo obispo, sacerdote y creyente. Ésta era la posición de los padres y doctores de la Iglesia, y san Roberto Belarmino la expresó brevemente de la siguiente manera: Un papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho cesa de ser papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro del cuerpo de la Iglesia.
¡Qué farsa, que quien supuestamente «excomulga» al arzobispo de la Iglesia sea él mismo excomulgado por sus herejías! El arzobispo Viganò, por el contrario, es fiel a la doctrina católica y no niega la institución del papado, de la que Bergoglio está abusando gravemente y destruyéndola de facto. Está fuera de duda que tal «excomunión» del arzobispo es una farsa.
Cita del arzobispo Carlo Maria Viganò: «Me pregunto con qué descaro se puede impugnar a un obispo por la falta de comunión que también se afirma que existe con herejes y cismáticos».
Esta farsa judicial es absurda y ridícula. Al arzobispo, como él dice, se le acusa de falta de comunión con el papa, mientras que quienes lo acusan profesan la herejía según la cual esta comunión existe con herejes y cismáticos que no reconocen en absoluto el papado. De hecho, quienes lo juzgaron se excomulgaron a sí mismos al abrazar las herejías del papa ilegítimo. Pesa sobre ellos el anatema: la maldición. En caso de muerte súbita, a menos que se arrepientan y levanten esta maldición, serán condenados eternamente. Ya están fuera de la Iglesia. El arzobispo, en cambio, estaba y está en la Iglesia de Cristo. Se ha separado de manera pública de la secta de Bergoglio que ocupa la Iglesia. Bergoglio ha abusado criminal e insidiosamente del cargo más alto de la Iglesia para transformar la Iglesia católica en una anti-Iglesia de la Nueva Era.
Cita del arzobispo Carlo Maria Viganò: «Igualmente condeno, rechazo y repudio las doctrinas heterodoxas expresadas en el llamado “magisterio posconciliar” que se originó en el Vaticano II, así como las recientes herejías relativas a la “Iglesia sinodal”, a la reformulación del papado en clave ecuménica, la admisión de concubinarios a los sacramentos y a la promoción de la sodomía y de la ideología de “género”».
El arzobispo Viganò, después de dar razones concretas por las que era absolutamente necesario condenar públicamente el Vaticano II, condena también sus frutos. El desastroso estado actual de la Iglesia tiene sus raíces en el Vaticano II. Sin él, esta situación no podría haberse producido. El arzobispo menciona concretamente los frutos del concilio herético: 1) doctrinas heterodoxas expresadas en el llamado “magisterio posconciliar”, 2) herejías relativas a la “Iglesia sinodal” que desembocaron en la bendición del pecado de sodomía, 3) la reformulación del papado en clave ecuménica, 4) la admisión de concubinarios a los sacramentos y la promoción de la desmoralizadora ideología de “género”.
Todos los católicos sinceros expresan su gratitud al arzobispo Carlo Maria Viganò. Hay que agradecer su valiente ejemplo de fidelidad a Cristo, a su Evangelio y al Espíritu de verdad. Después de 60 años, el mundo católico ha oído la verdad sobre el Vaticano II. Este Concilio fue herético y está en la raíz de la actual crisis catastrófica. ¡Nunca habrá renovación interna de la Iglesia sin reconocer esta verdad! Por lo tanto, todo católico debe arrepentirse: ¡llamar a la herejía herejía, a la apostasía apostasía, a un falso papa, falso papa, y a la sodomía, un pecado nefando!

+ Elías
Patriarca del Patriarcado católico bizantino

+ Metodio OSBMr + Timoteo OSBMr
obispos secretarios

15 de julio de 2024

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