Las enseñanzas de San Belarmino sobre un hereje en el trono papal

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Fragmentos de la obra de san Roberto Belarmino «De romano pontifice», libro II, capítulo 30:
San Roberto Belarmino (1610): «Un papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho cesa de ser papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro del cuerpo de la Iglesia».
Esta declaración de san Belarmino está de acuerdo con la Palabra de Dios, con la tradición de la Iglesia y es confirmada por el sexto y octavo concilios generales. Parte del supuesto fundamental de que un hereje se ha autoexcluido de la Iglesia y no es su miembro y, por tanto, tampoco puede ser su cabeza. Esta afirmación se aplica plenamente al pseudopapa Bergoglio porque sus herejías son manifiestas. Si la Iglesia no se opone a sus herejías, por lo menos ahora, se transformará en una anti-Iglesia de Satanás con arreglo a su programa.
San Belarmino explica más adelante: «Se prueba con argumentos de autoridad y de razón que un hereje manifiesto está ‘ipso facto’ depuesto. El argumento de autoridad se basa en san Pablo (Tito, 3), que ordena que se debe evitar al hereje después de dos advertencias, es decir, después de revelarse manifiestamente obstinado, lo que significa antes de cualquier excomunión o sentencia judicial».
San Belarmino se refiere a argumentos de razón y de autoridad, es decir, al apóstol Pablo, y enfatiza que un hereje manifiestamente obstinado queda ipso facto excluido de la Iglesia.
San Belarmino afirma además: «Y esto es lo que escribe san Jerónimo agregando que los otros pecadores están excluidos de la Iglesia por sentencia de excomunión, pero los herejes, por sus propios actos, se exilian y se separan a sí mismos del cuerpo de Cristo. El no cristiano no puede de modo alguno ser papa... La razón de esto es que nadie puede ser cabeza de lo que no es miembro. Ahora bien, quien no es cristiano no es miembro de la Iglesia; y el que se manifieste hereje no es un cristiano, como claramente enseñan san Cipriano (lib. 4, epíst. 2), san Atanasio (cont. Arian.), san Agustín (lib. De grat. Christ.), san Jerónimo (Dialog. contra Lucifer.) y otros; por lo tanto, el hereje manifiesto no puede ser papa».
San Pablo menciona el anatema, que significa excomunión por predicar otro evangelio. La palabra anatema también significa maldición, y el fruto de la maldición es la condenación eterna en el infierno para aquellos que, mediante un arrepentimiento adecuado no regresan, mientras haya tiempo, a la Iglesia de Cristo, no a la sinagoga de Satanás, que Bergoglio y su secta representan hoy en día.
Una breve instrucción basada en las Escrituras, san Roberto Belarmino y el papa Pablo IV aplicada a la situación actual:
Bergoglio, que detenta el cargo de jefe de la Iglesia, no es en realidad el jefe de la Iglesia de Cristo, sino de la anti-Iglesia llamada «la Iglesia profunda» (Deep Church). Ésta no es el cuerpo de Cristo, sino el cuerpo del Anticristo. Así lo demuestran los hechos: Bergoglio entronizó al demonio Pachamama en la basílica principal de la Iglesia, se hizo consagrar públicamente a Satanás por un brujo en Canadá, promueve un antievangelio sodomita e introduce antisacramentos como la bendición eclesiástica de las uniones sodomitas y pseudosacerdocio relacionado con ordenaciones inválidas de mujeres, lesbianas y transexuales.
¡Este es el sistema anticristo y Bergoglio es la cabeza de este organismo maligno! Él no es la cabeza de la Iglesia de Cristo. Es un hombre consagrado a Satanás, que deroga las leyes de Dios e introduce antileyes que contradicen incluso las leyes naturales. Con un evangelio falso (cf. Ga 1, 8-9), conduce a los católicos engañados a la perdición. La declaración del apóstol Pablo en 2 Tesalonicenses sobre la rebelión contra Dios es plenamente aplicable a Bergoglio. Bergoglio no es un hereje cualquiera; ha tenido la intención desde el principio de destruir la Iglesia en su esencia. Nada podría ser peor para la Iglesia. Ya san Roberto Belarmino dijo: «Sería la condición más miserable de la Iglesia, si se viera obligada a reconocer a un lobo, manifiestamente merodeador, como su pastor».
Desafortunadamente, la Iglesia católica se encuentra hoy en esta condición más miserable. A ello contribuye la herejía de la papolatría, que sostiene que el papa puede cometer las mayores herejías que existen y seguir siendo papa. Los papólatras dicen: «El romano pontífice no puede caer en la herejía formal debido a la asistencia divina sobre los sucesores de Pedro, que se da en respuesta a la oración de Cristo que la fe de Pedro no desfallezca». La historia ha demostrado que esta declaración contradice la realidad. Es absurdo utilizarla para negar hechos evidentes y pretender como si las herejías flagrantes de Jorge Bergoglio no existieran.
La consecuencia es que la Iglesia, siguiendo su ejemplo como si fuera un papa legítimo, debe desechar las leyes de Dios, aceptar la bendición de las uniones sodomitas y asumir como algo natural su entrega a Satanás, que ha sentado precedente, sin dejar de referirse hipócritamente a la oración de Cristo por el apóstol Pedro. Se trata de un terrible autoengaño. De manera similar, los judíos afirmaban demagógicamente que Dios no podía permitir que el templo fuera destruido. Y cuando estaba ardiendo, se lanzaban al fuego como locos, aún creyendo que no era verdad. Dios permitió la destrucción del templo. Sigue destruido hasta el día de hoy.
La herejía de la papolatría la promueve constantemente el obispo Schneider. Esta situación dentro de la Iglesia es peor que cualquier persecución externa bajo la cual decenas de miles de mártires han muerto por su fidelidad a Jesús y a Sus enseñanzas. Hoy, cuando el mayor hereje de todos los tiempos ha usurpado el papado, la herejía de la papolatría colabora en la destrucción interna de las raíces fundamentales de la fe y la moral. Si bien los papólatras afirman hipócritamente que la unidad externa de la Iglesia no puede romperse, no les importa la unidad interna con Cristo, que es la condición de la salvación. Bajo la influencia de esta herejía, la secta bergogliana se apoderará paulatinamente incluso de los restos de la estructura externa, a menos que los obispos y sus diócesis se separen a tiempo de la secta bergogliana y de la herejía de la papolatría.
Bergoglio justifica los crímenes más graves diciendo que esto es «lo que el Espíritu Santo dice a las iglesias» (Ap). Se trata de una mentira descarada. Todo esto es, de hecho, obra del Anticristo, y sus frutos dan un doloroso testimonio de ello. Por los frutos se puede conocer que detrás del pseudopapa Jorge Bergoglio está el espíritu del Anticristo. El Apóstol habla del hombre de pecado, el hijo de perdición. Y continúa: «Se opondrá y se exaltará sobre todo lo que se llama Dios o que se adora, tanto que se sentará en el templo de Dios haciéndose pasar por Dios» (2 Ts 2, 3-4).
Bergoglio se presenta como el representante visible de Cristo en la tierra, aunque se ha consagrado abierta y provocadoramente a Satanás en Canadá. En nombre de una falsa obediencia, está obligando a toda la Iglesia y a cada miembro en particular a rebelarse contra Cristo y Sus mandamientos. En realidad, es un representante visible de Satanás, a quien se ha entregado públicamente. Incluso antes de lograr usurpar el papado, ya tenía la intención de abolir las leyes y mandamientos de Dios mediante la promoción de la legalización de la iniquidad de la sodomía. Bergoglio predica una doctrina diferente, un evangelio falso, por lo que ha incurrido en el múltiple anatema de Dios según Ga 1, 8-9.
El Apóstol también dice: «Ya está obrando el misterio de la iniquidad; solamente espera hasta que sea quitado de en medio el que ahora lo detiene. Y entonces será manifestado aquel inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el soplo de su boca... El advenimiento del inicuo es por operación de Satanás... con todo engaño de iniquidad obrando en los que perecen, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos» (2 Ts 2, 3-10).
El apóstol Juan señala repetidamente al falso profeta del Apocalipsis, que siempre aparece en relación con la bestia. San Juan dice que de la boca del falso profeta salieron tres espíritus inmundos semejantes a ranas (Ap 16, 13). Bergoglio ocupa el cargo más alto de la Iglesia y, de hecho, está aliado con la bestia. Influye en la opinión pública mundial para que la humanidad se someta a la bestia, sataniza a la Iglesia con la llamada bendición de las uniones sodomitas y reúne todas las características del falso profeta. Permanecer en unión con él y engañarse creyendo que él es el santo padre, el vicario de Cristo en la tierra, es una locura suicida.
San Belarmino afirma: «Ahora bien, la verdadera opinión es la que sostiene que un papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho cesa de ser papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro del cuerpo de la Iglesia. Por tanto, él puede ser juzgado y castigado por la Iglesia. Esta es la enseñanza de todos los santos padres que enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción, como claramente lo enseña también San Cipriano (lib. 4, epist. 2)».
Primeramente, el hecho de que es posible juzgar a un papa hereje se afirma expresamente en el canon Si Papa, distinción 40, y por Inocencio III (serm. II de consec. pontif.). Y no solo eso: en el octavo concilio (act. 7) se citan las actas del concilio celebrado en Roma bajo el pontificado de Adriano II, y en ellas se ve, que el papa Honorio fue anatematizado con justicia por haber sido declarado culpable de herejía... De hecho, papa Adriano, y con él el concilio de Roma, nada menos que el octavo concilio (así como el sexto), determinaron que en caso de herejía se puede juzgar al romano pontífice. Hasta aquí san Belarmino.
¿Cómo reaccionaría este santo ante el actual Francisco Bergoglio, que se ha entregado a Satanás e impulsa la legalización de la sodomía y la bendición de estas uniones? Difícilmente podía imaginar san Belarmino que la silla de Pedro la ocuparía un hombre que negaría las verdades fundamentales con sus acciones, y obligaría, bajo el terror, a cometer apostasía. Pero al mismo tiempo, san Belarmino también acusaría a la jerarquía eclesiástica de una incomprensible ceguera espiritual manifestada en el hecho de que hayan elegido a Bergoglio, que lo respeten y se sometan a él en detrimento propio y de la Iglesia. Uno se queda perplejo al ver el estado en el que se ha encontrado la Iglesia por rechazar sistemáticamente la verdad, es decir, el arrepentimiento. San Belarmino se sentiría obligado a decir: «Si todavía consideráis a un hombre que está en abierta rebelión contra Dios y que tiene el espíritu del anticristo cabeza y representante visible de Cristo en la tierra, habéis perdido la razón y vais por el llamado camino sinodal a la perdición eterna».
Los partidarios de la herejía de la papolatría seguramente objetarían a san Belarmino: «No podemos romper la unidad, caeríamos en el cisma».
San Belarmino les respondería: «¿Habéis perdido el juicio? ¡El objetivo del hombre es salvar su alma! La condición para ello es tener una doctrina y una moral verdaderas; esto es sobre lo que se basa la Iglesia católica. La secta bergogliana es una rebelión contra Dios y erradica la doctrina fundamental de la Iglesia. Si alguien está destruyendo los cimientos mismos y os sometéis a él, entonces la culpa es vuestra porque no amáis la verdad. A esta situación son aplicables las palabras del apóstol Pablo en Tesalonicenses sobre la venida del Anticristo, el hijo de perdición. ¿Estáis ciegos y no lo veis? Las acciones de este hombre demuestran que no es miembro de la Iglesia y, por tanto, no puede ser su cabeza». Y añadiría san Belarmino incluso hoy: «Esta es la enseñanza de todos los santos padres que enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción». ¡De esto se desprende claramente que Jorge Bergoglio no es el papa!

+ Elías
Patriarca del Patriarcado católico bizantino

+ Metodio OSBMr + Timoteo OSBMr
obispos secretarios

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