El PCB: Bergoglio quiere abolir el celibato sacerdotal para crear un caos que lleve a la autodestrucción de la Iglesia

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Bergoglio tiene un plan astuto para suprimir paulatinamente el celibato con el fin de desatar el caos y completar la destrucción de la Iglesia. Durante su primera Jornada Mundial de la Juventud en 2013, exhortó a todos los presentes a hacer lío, es decir, caos. A bordo del avión, aprobó la homosexualidad de manera tortuosa diciendo: «¿Quién soy yo para juzgarlo (a un homosexual)?». Hoy, diez años después, vemos que no fue una declaración aislada, sino que con ella puso en marcha su programa destructivo dentro de la Iglesia. El caos que siembra a propósito tiene como objetivo enmascarar los profundos cambios que realiza y pretende realizar para lograr la transformación de la Iglesia católica en una anti-Iglesia globalista de la Nueva Era.
¿Qué es el caos? El caos es anarquía, confusión, donde los reclamos por justicia no son escuchados y la verdad queda en un segundo plano. Todo está patas arriba y se da rienda suelta al crimen y al engaño. El espíritu de mentira y muerte, el diablo, es el creador del caos. Dios, en cambio, ha establecido Su orden que nos protege. Bergoglio crea deliberadamente el caos para desorientar a los católicos y hacerles perder de vista el objetivo, es decir, la salvación del alma. El caos hace que se preocupen por asuntos irrelevantes, mientras Bergoglio sigue adelante con cambios paulatinos pero irreversibles en detrimento de las almas, tanto temporal como eterno.
Lamentablemente, tenemos que admitir que incluso el Concilio Vaticano II provocó el caos. Los altares se los giró de espaldas al sagrario o, eventualmente, se trasladó el sagrario a la capilla lateral. Este caos tenía un propósito. El espíritu del neomodernismo penetró subrepticiamente en las disciplinas teológicas. Se cuestionaron los pilares más fundamentales de la fe: la muerte redentora de Cristo en la cruz, Su resurrección histórica y real, así como la inspiración divina de las Escrituras. Al mismo tiempo, este caos creó un espacio para el respeto al paganismo y sus cultos. Los creyentes asumieron la falsa opinión pública de que el cristianismo y el paganismo son caminos igualmente válidos de salvación.
En su entrevista de 1984 con Messori, el cardenal Ratzinger declaró que después del Vaticano II reinó la fascinación por lo oriental. La espiritualidad cristiana cedió su lugar al yoga o la meditación zen y se difundió la literatura pseudoespiritual. La vida espiritual dio paso a las psicologías modernas, lo que condujo a la pérdida de las motivaciones que daban sentido a la vida religiosa. Las comunidades religiosas femeninas fueron las que pagaron un precio más alto. Las hermanas religiosas eran maestras en colegios católicos de Estados Unidos. A causa de la pérdida de vocaciones y salidas de las religiosas, las escuelas pasaron a manos del Estado. El cardenal Ratzinger destacó el desastre ocurrido en el canadiense Quebec católico, donde el número de religiosas disminuyó rápidamente después del Concilio y casi no hubo nuevas vocaciones.
Se puso de moda invitar a los monjes budistas a los monasterios católicos, ya fueran benedictinos, javerianos, jesuitas..., en aras de la llamada renovación de la espiritualidad. Esto condujo a una antimisión en el corazón de la Iglesia. En este caos era imposible defender la doctrina ortodoxa. El llamado respeto a otras religiones, es decir, a los cultos paganos, no permitía el cumplimiento del primer mandamiento. Las herejías del modernismo se estaban extendiendo, pero en lugar de defender la fe, los sacerdotes tenían que preocuparse por la reforma del espacio litúrgico y de la liturgia. En estas condiciones de confusión, enfatizar el hecho de que Jesús era el único Salvador se consideraba una afrenta a otras religiones. El pecado original y personal, el sacrificio redentor de Cristo en la cruz, es decir, las verdades más esenciales, fueron dejadas de lado.
A la misión la sustituyó la antimisión pagana. La espiritualidad cristiana dio paso al trabajo social. Este espíritu del mundo y del paganismo abrió la puerta a la inmoralidad. La relación viva con Dios quedó desplazada por el formalismo. La moral cristiana sin la motivación de una fe viva se convirtió en una carga insoportable.
A través del Sínodo sobre la sinodalidad, Jorge Bergoglio está perfeccionando las condiciones para el caos definitivo, y la abolición del celibato sacerdotal es uno de los medios para lograrlo. Mientras tanto, Bergoglio llevará a cabo, sin obstáculos, su plan de transformar la Iglesia en una anti-Iglesia de la Nueva Era. Todo esto se produjo tras su entrega a Satanás en Canadá y la entronización del demonio Pachamama en el Vaticano.
El sacerdote reza después del Padrenuestro en la misa: «Señor, concédenos que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo».
Bergoglio, sin embargo, quiere que todos seamos esclavos del pecado. Él quiere que vivamos desprotegidos en medio de toda perturbación. No espera la venida de nuestro Salvador, sino que está desbrozando el camino para la venida de un falso salvador.
En cuanto al celibato, nosotros, los obispos orientales, podemos advertir, con razón, a la clerecía occidental que no lo suprima. Por otro lado, también conocemos la cuestión del celibato sacerdotal en la Iglesia occidental. El sacerdote de hoy está expuesto a una presión extrema del mundo. Además, la preparación sacerdotal es insuficiente y un sacerdote suele sentirse abandonado en la parroquia. La eliminación del celibato no es una solución a esta crisis y de ninguna manera es la voluntad de Dios. No resolvería la cuestión de la espiritualidad sacerdotal ni conduciría a la restauración de la Iglesia.
La única solución a esta situación es volver a los principios espirituales sólidos, a restablecer el orden, que protege a los sacerdotes y los predispone a la vida espiritual. Pero un sacerdote no puede lograr realizarlo solo. Necesita una comunidad. En esta situación, la salida para todo sacerdote es iniciar una vida semimonástica. Un grupo de 4 a 7 sacerdotes se reunirá todos los domingos por la tarde en una de sus parroquias y pasarán un día y medio en oración, en la contemplación de la Palabra de Dios, en comunión fraterna y celebrarán juntos la Eucaristía. Estos son los principios de los primeros cristianos (cf. Hch 2, 42).
Los sacerdotes se reunirán el domingo por la tarde y se marcharán el martes después del almuerzo. En cuanto a la oración, es necesario dedicar tres horas a la oración en común y durante la cuarta hora, tras leer los textos litúrgicos del domingo, es conveniente orar con la Palabra de Dios reflexionando sobre la Sagrada Escritura. Es posible anotar los pensamientos que vienen a la mente durante la oración sobre el texto respectivo. Una vez terminada la hora, todos pueden beneficiarse de compartir todo lo que el Espíritu de Dios ha revelado a los demás. El beneficio espiritual también lo experimentarán los creyentes durante la homilía dominical.
Un requisito indispensable para renovar las familias es la llamada iglesia doméstica, que tiene su propio horario de oración. Se asienta sobre los pilares de una oración vespertina regular de las ocho a las nueve de la noche. Se prepara un plan de oración diferente para cada día. La parte de la rutina de oración de una iglesia doméstica es la santificación del séptimo día, cuando la mayor parte del tiempo se dedica a Dios, a la propia alma, a la familia y a la comunión fraterna. Así se podrá construir una base sólida para la renovación verdadera de la Iglesia.
¿Qué caos y qué consecuencias catastróficas traería hoy la abolición del celibato? Al abolir el celibato, Martín Lutero transformó a obispos y sacerdotes en meros pastores. Jorge Bergoglio, sin embargo, transformará a obispos y sacerdotes en sodomitas y satanistas. Pueblo mío, ¡salid de la Babilonia de Bergoglio! (Ap 18, 4).

+ Elías
Patriarca del Patriarcado católico bizantino

+ Metodio OSBMr + Timoteo OSBMr
obispos secretarios

24 de octubre de 2023

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