El doble papado en la historia de la Iglesia /2.ª parte/

11 months ago
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La reforma cluniacense, llevada a cabo por el papa Gregorio VII, se ocupaba de la simonía, la clerogamia y la investidura. En ese período, a menudo, como oposición a la reforma, aparecían pseudopapas.
Siglo XII
Pascual II (1099-1118): durante su pontificado, en 1110, murió el pseudopapa Clemente III. Pascual hizo sacar el cadáver de Clemente de la tumba y arrojarlo al río Tíber. El emperador Enrique V ordenó que lo arrestaran a Pascual II y a sus cardenales y los llevaran a un lugar bien vigilado cerca de Roma. También hubo otros pseudopapas en esa época: Teodorico (1100-1102), Alberto (1102) y Silvestre IV (1105-1111).
Gelasio II (1118-1119): poco después de su elección, llegó Enrique V, y al arzobispo de Braga, que tomó el nombre de Gregorio VIII, lo eligieron pseudopapa. Más tarde, cuando el emperador se marchó, Gelasio regresó a Roma. Sin embargo, pronto se vio obligado a huir de nuevo a Francia, donde murió en Cluny en 1119.
Calixto II (1119-1124): Guido, arzobispo de Vienne, fue elegido papa en la abadía de Cluny. Los cardenales que se habían quedado en Roma, así como el clero y el pueblo, estuvieron de acuerdo con esta elección inusual. En junio de 1120, Calixto partió hacia la Ciudad Eterna. El Concilio Ecuménico de Letrán de 1123 declaró inválidas las ordenaciones realizadas por el pseudopapa Gregorio VIII. Asimismo, todas las ordenaciones llevadas a cabo por los obispos consagrados por él fueron declaradas nulas y sin efecto. Después de que Calixto regresara a Roma, Gregorio huyó refugiándose en Sutri. Sin embargo, Calixto conquistó militarmente el lugar en abril de 1121 e hizo conducir al antipapa por las calles de Roma y exponerlo a la vergüenza. Después de un tiempo, Gregorio VIII murió.
Honorio II (1124-1130): tras la muerte de Calixto, surgió una disputa sobre quién sería el nuevo papa entre las poderosas familias romanas de los Frangipani y los Pierleoni. Los Pierleoni consiguieron enchufar a su candidato, Teobaldo, y éste asumió el nombre de Celestino II. Sin embargo, después de la elección, los partidarios de Frangipani interrumpieron la celebración y el nuevo papa Celestino fue incluso atacado y agredido. El pueblo eligió al candidato de los Frangipani que poco después se proclamó papa con el nombre de Honorio II. Aunque tanto Celestino como Honorio renunciaron a su cargo, Honorio se convirtió en papa una semana después.
Inocencio II (1130-1143): habiendo fallecido Honorio II, los cardenales que apoyaban a los Frangipani eligieron al cardenal Papareschi nuevo papa bajo el nombre de Inocencio II. Sin embargo, esa misma noche los demás cardenales, a quienes se les habían presentado las cosas como hechos consumados, se negaron a reconocerlo y eligieron al cardenal Pietro Pierleoni, quien tomó el nombre de Anacleto II. Esta doble elección puso de manifiesto las deficiencias en el decreto de 1059 sobre la elección papal. En aquel entonces nadie había pensado en casos como éste. Durante el Sínodo de Étampes en 1130, Bernardo de Claraval se pronunció expresamente a favor de Inocencio. El doble papado sólo terminó con la muerte de Anacleto II en 1138. Víctor IV se convirtió en su sucesor. En junio de 1139, Inocencio se puso personalmente al frente del ejército contra Roger II de Sicilia, que había apoyado a Anacleto y a su sucesor Víctor. El ejército papal sufrió una aplastante derrota y el propio papa cayó cautivo.
Alejandro III (1159-1181): el cardenal Bandinelli se eligió papa y asumió el nombre de Alejandro III. Pero la facción proimperialista decidió elegir al cardenal Octaviano, que adoptó el nombre de Víctor IV. Alejandro excomulgó a su oponente, el papa Víctor. Luego, se convocó un concilio en Pavía (1160). El concilio falló a favor de Víctor, mientras que anatematizó a Alejandro. Los monasterios de Citaux y Chartreuse favorecían a Alejandro, pero el de Cluny apoyaba a Víctor. Sin embargo, Víctor murió en 1164. En su lugar fue elegido pseudopapa Pascual III (1164-1168), al que siguieron otros pseudopapas, Calixto III (1168-1178) e Inocencio III (1178-1180).
El Concilio de Letrán de 1179 decidió que un candidato debía obtener una mayoría de dos tercios de los votos de los cardenales para ser elegido papa. La regla de la mayoría de dos tercios tuvo una buena acogida y siguió siendo válida.
Siglo XIV
Clemente V (1305-1314): trasladó su sede fuera de Roma. Los papas desde entonces residían en Aviñón, Francia. El regreso de Urbano VI a Roma dio lugar a una situación insólita. Un papa reinaba en Roma y otro en Aviñón.
Urbano VI (1378-1389): el 20 de septiembre de 1378, el colegio apostólico de Fondi eligió papa al cardenal Roberto de Ginebra, que tomó el nombre de Clemente VII. Esto marcó el comienzo del Gran Cisma de Occidente. Incluso hoy en día es difícil decir quién fue el papa legítimo. Urbano VI excomulgó a Clemente VII y a sus seguidores y Clemente hizo lo mismo, por lo que básicamente toda la cristiandad quedó excomulgada. Clemente VII eligió Aviñón como su residencia.
Bonifacio IX (1389-1404): al ocurrir la muerte de Urbano, los cardenales de Roma eligieron a un nuevo papa, Pietro Tomacelli de Nápoles, que escogió el nombre de Bonifacio IX. Tras la muerte de Clemente VII en 1394, los cardenales de Aviñón eligieron al español Pedro de Luna, que adoptó el nombre de Benedicto XIII.
Siglo XV
Inocencio VII (1404-1406): tras la muerte de Bonifacio IX, los cardenales de Roma eligieron papa a Cosimo Migliorati, quien tomó el nombre de Inocencio VII.
Gregorio XII (1406-1415): después del fallecimiento de Inocencio VII, los cardenales de Roma eligieron a Angelo Correr de Venecia, quien adoptó el nombre de Gregorio XII. Posteriormente, los cardenales romanos le dieron la espalda a Gregorio y exigieron un concilio general. Asimismo a Benedicto XIII, que convocó el concilio de Perpiñán, lo abandonaron sus cardenales. Contra la voluntad de ambos papas, se convocó un concilio general en Pisa. Comenzó en marzo de 1409. Los partidarios del conciliarismo, que afirmaban que un concilio era superior al papa, se hicieron con el control de esta asamblea eclesiástica.
El 5 de junio, el concilio depuso a ambos papas como notorios cismáticos, herejes y perjuros. El sínodo eligió a un nuevo papa, el cardenal Filargo, que asumió el nombre de Alejandro V. El papado doble se convirtió en un papado triple, ya que ni Benedicto XIII ni Gregorio XII habían aceptado la decisión del concilio. Cada uno de los papas tenía sus seguidores en diferentes territorios cristianos.
Alejandro V murió en 1410. Los cardenales eligieron en su lugar a Baldassarre Cossa, que tomó el nombre de Juan XXIII. Por su temperamento era más un guerrero que un obispo.
El emperador Segismundo (1410-1437) convocó un concilio general en Constanza en 1414. El concilio depuso a los tres papas. El 6 de abril, Segismundo emitió un dudoso decreto Haec sancta synodus que situó al concilio por encima del papa. A Juan XXIII lo encarcelaron y murió en prisión. Gregorio XII tenía ya 90 años y renunció. Benedicto XIII trasladó su residencia a una pequeña isla y no se le pudo obligar a abdicar. Murió en 1423. A Martín V (1417-1431) lo eligieron papa. El Concilio de Constanza puso fin al triple papado, pero también suprimió el movimiento reformador del clero encabezado por los sacerdotes checos Jan Milíč, Konrad Waldhauser y Jan Hus. En Constanza, Jan Hus fue acusado falsamente de hereje y quemado en la hoguera. Si se hubieran creado condiciones favorables para la reforma del sacerdocio, se podría haber evitado la Reforma alemana y casi la mitad de los cristianos no se habrían separado de Roma.
Los pseudopapas llegaron al poder eclesiástico nuevamente, a saber, Clemente VIII (1423-1429) y Benedicto XIV (1423). En 1439, el Concilio de Basilea proclamó su superioridad sobre el papa y depuso al papa Eugenio (1431-1447) en junio del mismo año. Eugenio anatematizó a los participantes del Concilio. Sin embargo, el Concilio de Basilea eligió al pseudopapa Félix V (1439-1449). Con Félix V terminó la era del doble papado. Los historiadores dicen: «Aunque Eugenio IV salvó al papado del conciliarismo, fue responsable de que no se hubiera hecho nada para la corrección general de la Iglesia en su cabeza y en sus miembros. Roma inhibió la necesaria reforma espiritual y por eso luego tuvo que enfrentar la Reforma alemana liderada por Martín Lutero».
Tanto el movimiento reformista cluniacense como el checo tenían como objetivo combatir la simonía y otros desórdenes en la Iglesia, y se esforzaban por la renovación espiritual del sacerdocio.
En la atmósfera actual es necesario recrear las condiciones favorables para la vida espiritual. Es igualmente necesario construir un sistema de protección contra las adicciones actuales. Si el sacerdote no lo tiene, su rebaño de creyentes tampoco lo tendrá. El despertar espiritual no sucederá.
¿Qué se debe hacer específicamente? Los domingos por la tarde deben reunirse de cuatro a siete sacerdotes en una casa parroquial y dedicarse a la oración y a la lectura de la Palabra de Dios —es decir, a la enseñanza apostólica (Hch 2, 42)— en comunión fraterna (Hch 6, 4). La reunión finalizará no antes del martes por la tarde. Esta es una práctica probada y comprobada de muchos sacerdotes. Se requiere que se dediquen cuatro horas a la oración el lunes y también el martes. Además, el lunes se debe dedicar tiempo a la Palabra de Dios, que se predicará el domingo siguiente.
Asimismo, el lunes se celebrará con piedad la santa liturgia. Dentro de la comunidad fraternal es bueno hablar sin tapujos de los propios errores y estar abierto a recibir críticas. Todo esto debe hacerse con espíritu de arrepentimiento teniendo presente el propósito de la purificación espiritual y del verdadero seguimiento de Cristo.
Hoy en día existe un gran peligro: la propagación de la infección de la homosexualidad. Es necesaria la máxima precaución.
La esencia de la reforma es el arrepentimiento y la oración. Estas dos herramientas deben ocupar el primer lugar en la vida de nosotros, obispos y sacerdotes. Si lo transmitimos como nuestra experiencia personal a los laicos, y no como unas meras teorías, ellos nos seguirán.
En lo que respecta al doble papado, casi siempre fue causado por una disputa sobre la autoridad externa, es decir, el poder externo, que implicaba beneficios materiales y prestigio. La Iglesia necesita una autoridad externa, pero ésta solo es verdadera si al mismo tiempo es una autoridad espiritual. Su deber es proporcionar las condiciones necesarias para la vida espiritual y proteger la fe y la moral. En los casos de doble papado a lo largo de la historia, ninguno de los papas promovía la autodestrucción de la fe y la moral. Hoy, por el contrario, el pseudopapa Bergoglio y su secta destruyen la Iglesia desde dentro. Por lo tanto, solo hay una solución: reconocer a un verdadero papa en esta situación extraordinaria. De lo contrario, Bergoglio completará a fondo los cambios de personal y ya no será posible poner la estructura externa bajo la autoridad del verdadero papa, que proporciona una garantía de ortodoxia y ortopraxis.
La elevación al pontificado del papa católico ortodoxo implicará una lucha espiritual ya que la secta de Bergoglio nunca renunciará voluntariamente al poder y a sus objetivos destructivos. La verdadera reforma debe afectar también al sacerdocio, resultando en la renovación de la vida interior.

+ Elías
Patriarca del Patriarcado católico bizantino

+ Metodio OSBMr + Timoteo OSBMr
obispos secretarios

29 de agosto de 2023

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