Información para los obispos de los cinco continentes: Restauración del núcleo espiritual de la Iglesia

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En la segunda mitad del siglo XIX, por influjo de la Ilustración, el darwinismo ateo y las corrientes filosóficas negativas, una corriente herética llamada modernismo invadió la Iglesia. Los términos «ciencia» y «enfoque científico» se volvieron mágicos, pero el Dios vivo no tiene cabida en el modernismo. En 1907, el papa san Pío X se vio obligado a expulsar a casi la mitad de los seminaristas y profesores. Aunque el modernismo estaba prohibido, medio siglo después, los criptomodernistas junto con los masones movieron los hilos y elevaron a Juan XXIII al papado. Juan XXIII convocó un concilio y eligió a estas mismas personas como moderadores del concilio, quienes luego abrieron completamente la Iglesia al mundo. En la actualidad, fruto de esta corriente herética es el pseudopapa Bergoglio, quien incluso ha legalizado el pecado de la homosexualidad y entronizado el paganismo mediante un ritual público con el demonio Pachamama.
Bajo el manto del método histórico-crítico, el modernismo negó la inspiración divina de las Escrituras. Después del Concilio Vaticano II, estas herejías ocultas penetraron en todas las facultades teológicas.
Refiriéndose a los teólogos liberales, el cardenal Ratzinger, más adelante Benedicto XVI, dijo: «… Admiro la habilidad de los teólogos que logran sostener exactamente lo contrario de lo que con toda claridad está escrito en los documentos del Magisterio. Y, sin embargo, tal vuelco se presenta, mediante hábiles artificios dialécticos, como el “verdadero” significado del documento que se discute».
Después de su conversión, la profesora Linnemann, antigua alumna de Bultmann, se pronunció sobre esta pseudociencia de la siguiente manera: «La teología histórico-crítica (THC) se basa en mentiras. La ciencia aquí, por lo tanto, no es sinónimo de verdad, sino que es una rebelión contra Dios que reprime injustamente la verdad. Cualquiera que quiera servir a Dios (y estudia teología herética contemporánea), debe decidirse a dar lugar en su pensamiento al ateísmo. Se le permiten graciosamente los sentimientos piadosos, pero su mente debe aceptar el básico axioma ateo de que Dios prácticamente no existe. Esto es una perversión».
En resumen: estos autoproclamados expertos en teología no conocen en absoluto la esencia espiritual de la Sagrada Escritura y no admiten que el autor principal de la Biblia es el Espíritu Santo. No fueron ni son hombres humildes de fe y oración. No explican la Biblia, sino que desvían a los fieles de su esencia a través de herejías ocultas. Construyeron falsas teorías sobre el Cristo de la historia y el Cristo del mito. La motivación de su llamada investigación es el esfuerzo por acomodar las Escrituras al espíritu del mundo.
«Una exégesis que ya no vive ni lee la Biblia en el cuerpo viviente de la Iglesia se convierte en arqueología: los muertos entierran a sus muertos» (Card. Ratzinger, 1984).
¿Dónde ha acabado esta llamada teología científica alemana? En el camino sinodal alemán que promueve el matrimonio gay y queer. Esta teología fue condenada públicamente por las palabras del cardenal Müller: «Todo el enfoque de la eclesiología católica alemana es erróneo y suicida».
La raíz de la llamada ciencia histórico-crítica debe señalarse claramente como envenenada: «Se decidió oponerse a la palabra de Dios como verdad revelada… Este método no es científico, sino demagógico» (Prof.a Eta Linnemann).
Afirmar que los Evangelios se escribieron mucho después de Cristo es una manipulación fragrante. Una persona razonable que imparte una enseñanza importante a otros, y quiere que ellos la impartan precisamente también, siempre parte de una base escrita. También hay un dicho muy conocido: «La palabras vuelan, los escritos permanecen».
3 000 judíos se convirtieron el día de Pentecostés. Fueron bautizados y llenos del Espíritu Santo. Muchos de ellos eran peregrinos de diferentes naciones (Hch 2). Para evitar contradicciones, había que dar un claro fundamento escrito, en el que se apoyaban durante la misión y a cuya autoridad recurrían. Dos Evangelios fueron escritos inmediatamente después de Pentecostés. Se les encargó a los apóstoles Juan y Mateo la tarea de escribirlos. Algún tiempo después, Marcos abrevió el Evangelio de Mateo y Lucas omitió algo y añadió algo. Sobre todo, sin embargo, es necesario darse cuenta de que es el Espíritu Santo quien es el autor de la Sagrada Escritura. La Sagrada Escritura es la palabra de Dios dada a nosotros para nuestra vida, para que podamos seguir a Cristo a fin de alcanzar la vida eterna.
Incluso hoy, para que la palabra de Dios sea verdaderamente alimento espiritual y se interprete correctamente, el predicador necesita la inspiración del Espíritu de Dios, el don de la profecía. Sin el Espíritu de verdad, el ministerio de la palabra de Dios sería mera palabrería. Tal predicación no llevaría a nadie a la conversión ni le daría a nadie la fuerza para luchar contra el pecado. Por tanto, un servidor de la palabra de Dios debe ser una persona que tiene contacto con Dios en la oración personal y que se esfuerza por vivir lo que predica. Tal persona entonces recibe poder espiritual para predicar la palabra.
El actual período de crisis en la Iglesia exige una nueva formación de futuros sacerdotes. Los siguientes principios básicos son necesarios:
1) El primer principio es hacer ejercicios espirituales
Desde el principio, a los estudiantes se les debe llevar a una profunda conversión personal y a una relación con Cristo. También es necesario que reciban espiritualmente a la Madre de Jesús como el discípulo junto a la cruz. Además, que se abran al Espíritu de la verdad y renuncien a los caminos falsos. Se trata de herejías y pseudoespiritualidad de la Nueva Era que implica esoterismo, ocultismo y respeto por el paganismo. Esta purificación espiritual es muy relevante hoy en día.
2) El segundo principio es la teología de rodillas
Los estudiantes deben estar arraigados en Cristo. Pero esto requiere mucho esfuerzo. Significa que los estudiantes deben convertirse en hombres de oración. En la oración interior se les revelará la verdadera sabiduría de Dios para el conocimiento de las Escrituras, pero también para la orientación en la lucha espiritual de la vida cristiana por la salvación del alma.
3) El tercer principio espiritual es la comunión fraterna (koinonía)
Una comunidad fraterna viva nos ayuda a purificarnos del orgullo encarnado en nuestro ego. San Basilio explica que el medio más eficaz de purificación de nuestro encubierto y profundo egoísmo no es el ascetismo eremítico, sino una pequeña fraternidad.
Si se sienta esta base, entonces es suficiente conocer unos pocos principios para comenzar a estudiar la Biblia. En primer lugar, es necesario que los estudiantes conozcan las Sagradas Escrituras, es decir, deben leerlas. Luego hay que introducirlos en la profundidad de la palabra de Dios. La oración interior, la voluntad de seguir a Cristo y la verdadera autocrítica, es decir, la humildad, juegan aquí un papel fundamental. Entonces el mismo autor de las Escrituras, el Espíritu Santo, los hará adentrar en profundidad. También es importante dedicar un tiempo juntos después de la oración a la interpretación, en la que participan todos los demás, a fin de prepararse para el ministerio de la palabra.
Las células bíblicas y de oración deben estar compuestas por cuatro a siete seminaristas. Aquí deben vivir una experiencia personal con Dios y atravesar el proceso de formación personal por la palabra de Dios en el verdadero arrepentimiento, es decir, en la purificación espiritual. Los santos hablan del camino de la purificación, la iluminación y la unión. Terminado tales estudios de teología, los seminaristas podrán predicar principios sanos, dogmática y doctrina sólidas, así como una fe viva que dispone al hombre incluso al martirio por causa de Cristo. Entonces transmitirán la vida espiritual y más tarde también fortalecerán otras células sanas renacidas de la Iglesia. Con el poder de la palabra y del Espíritu, transformarán a los cristianos tibios en discípulos de Cristo, mártires (Mt 28, 19). Al mismo tiempo continuarán su formación sacerdotal en las células vivas de las comunidades sacerdotales.
Significa que los sacerdotes llevarán una vida semirreligiosa. Dos días a la semana pasarán tiempo juntos en oración, dedicándose a la palabra de Dios y a la comunión fraterna, a fin de obtener luz y fuerza para los próximos días de su ministerio. Dondequiera que estén, harán discípulos de los hombres para que ellos edifiquen su iglesia doméstica. Los discípulos y sus esposas podrán entonces testificar de Cristo auténticamente en contacto con los demás. Las familias convertidas se reunirán regularmente y se animarán mutuamente en la fidelidad a Cristo frente a la forma moderna de persecución. Compartirán la experiencia de criar a sus hijos y protegerlos de la presión extremadamente destructiva del espíritu de este mundo. Se darán ejemplo unos a otros de seguir a Cristo.
Los sacerdotes, que tendrán también su fraternidad sacerdotal, transmitirán a las comunidades laicas su experiencia: cómo luchar contra el orgullo del propio egoísmo, cómo humillarse, cómo negarse a sí mismo, cómo vencer el espíritu de la mentira, cómo unir nuestro dolor a Cristo crucificado en la oración interior. Esta levadura espiritual fermentará entonces todo el cristianismo. El cristianismo volverá a ser la columna de la verdad y la sal del mundo.
La comunidad cristiana primitiva en Jerusalén tenía cuatro principios básicos: la oración, la enseñanza de los apóstoles, la comunión fraterna y la Eucaristía (cf. Hch 2, 42). Si las comunidades vivas se construyen sobre este fundamento, todas experimentarán la promesa de Jesús: «Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». (Jn 8, 31 ss.)

+ Elías
Patriarca del Patriarcado católico bizantino

+ Metodio OSBMr + Timoteo OSBMr
obispos secretarios

30 de junio de 2023

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