El PCB: La historia de la Iglesia y el sínodo suicida de Bergoglio sobre la sinodalidad

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Del 5 al 12 de febrero de 2023, Praga acogerá la asamblea continental del Sínodo sobre la sinodalidad, a la que asistirán los presidentes de las conferencias episcopales europeas. Un aquelarre satanizante similar está programado para el próximo mes en América del Sur, África y Australia. Estos eventos están poniendo clavos en el ataúd de la Iglesia católica, cavando su tumba al mismo tiempo. De hecho, es una preparación para la legalización eclesiástica de la sodomía y todas las perversiones, relacionadas con demonios inmundos, englobadas en el término LGBTQ.
El Patriarcado católico bizantino (PCB) —la voz del que clama en el desierto— ha llamado recientemente a la disolución del aquelarre de Praga y la separación de los obispos checos del inválido papa Bergoglio. Una mirada a la historia puede ayudarnos a aclarar el catastrófico estado actual de la Iglesia. Veamos primero el período del cristianismo primitivo.
Ya en el siglo I, el emperador Nerón inició la sangrienta persecución de los cristianos que duró hasta el 313. La herejía arriana surgió inmediatamente después, cuestionando la base del cristianismo: la divinidad de Cristo. Esta herejía es prácticamente idéntica a la teología o método histórico-crítico contemporáneo, que divide erróneamente a Jesucristo en el Cristo de la historia y el Cristo de la fe, y también cuestiona Su divinidad.
El arrianismo no provocó un cisma externo, una separación, pero sus seguidores, los obispos y patriarcas herejes, incluso con la ayuda de algunos emperadores, intentaron envenenar a toda la cristiandad con esta herejía. El modernismo herético hace lo mismo hoy en día. El papa Juan XXIII utilizó el Concilio Vaticano II para imponer este espíritu herético. Ahora este espíritu de herejía culmina a través del inválido papa Francisco, y conduce a la autodestrucción de la Iglesia de Cristo.
El arrianismo dio cabida a la herejía del monofisismo que, al igual que el arrianismo y el neomodernismo contemporáneo, también cuestionaba la divinidad de Cristo. El modernismo, con su método histórico-crítico, allanó el terreno a Francisco Bergoglio para anular los mandamientos de Dios y legalizar LGBTQ, así como para transformar la Iglesia. El objetivo es convertir internamente a la Iglesia católica en la anti-Iglesia de la Nueva Era. El programa de esta última, en consonancia con el gesto de Bergoglio en Canadá, incluye la adoración de demonios en lugar de Dios.
En el siglo VI, Egipto abrazó la herejía del monofisismo y se apartó de la ortodoxia católica. Igualmente, Siria, Etiopía y Armenia adoptaron el monofisismo. En el 1054 se produjo el cisma de Oriente. La Iglesia católica se dividió en católica occidental y ortodoxa oriental. El siglo XVI estuvo marcado por el cisma de Occidente, es decir, la división en católicos y protestantes. ¿Cuál fue la raíz de esta división?
Antes del Concilio de Pisa, que se celebró en 1409, había dos papas. Gregorio XII (1406-1415) residía en Roma y Benedicto XIII (1394-1423) en Aviñón. El Concilio depuso a los dos papas como cismáticos, herejes y perjuros empedernidos, y eligió a Alejandro V. Sin embargo, ninguno de ellos renunció, lo que resultó en coexistencia de tres papas.
En 1410, Alejandro murió y fue sucedido por Juan XXIII. Juan XXIII convocó un concilio general en Constanza en 1414. El 6 de abril se promulgó el decreto herético Haec sancta synodus, que declaró la superioridad del concilio sobre el papa. Citamos: «Quienquiera que sea, de cualquier condición y dignidad, comprendida la papal, está obligado a obedecerle». El 29 de mayo, el Concilio depuso al papa Juan XXIII, quien posteriormente fue encarcelado y murió después de cuatro años de prisión. En lugar de tres papas, se eligió un cuarto, Martín V, en noviembre de 1417.
En 1415, el Concilio cometió un crimen judicial basado en falso testimonio. Condenó al predicador del arrepentimiento, el maestro Jan Hus, a morir quemado en la hoguera como hereje.
Cien años después del Concilio, Martín Lutero apareció en escena (1521). El Concilio había rechazado la reforma requerida y necesaria y había quemado al predicador checo del arrepentimiento. En lugar de una reforma eclesiástica, vino la Reforma protestante. Cierto historiador escribe: «La Iglesia de entonces no fue capaz de reformarse a sí misma y, finalmente, allanó el camino para la Reforma protestante en Alemania. Esta causó la ruptura más profunda conocida en la historia del cristianismo».
Podemos decir que el Concilio Vaticano II sentó las bases no solo para otra reforma, sino literalmente para la suicida transformación de la Iglesia en la anti-Iglesia satánica de la Nueva Era. Algo así no tiene paralelo en la historia de la Iglesia.
Si, en lugar de la quema del predicador checo del arrepentimiento que buscaba reformar la vida sacerdotal, hubiera habido una reforma del sacerdocio, Lutero no habría tenido que suprimir el sacramento del sacerdocio y la santa misa. De este modo se podría haber evitado la trágica división del cristianismo occidental. La verdadera razón de esta división era que los prelados se negaban a escuchar la voz profética que exhortaba al verdadero arrepentimiento y a la verdadera reforma, es decir, al renacimiento de la Iglesia.
La reforma de Lutero y su separación de la Iglesia católica tenían que ocurrir para que la Iglesia católica, destrozada por este evento, finalmente despertara y diera lugar a la restauración espiritual que el predicador checo del arrepentimiento Jan Hus había pedido. Empezaron a surgir movimientos de avivamiento, congregaciones y órdenes religiosas, que infundieron sangre nueva en las venas del Cuerpo Místico de Cristo.
Si comparamos la vida inmoral del alto clero en los siglos XV y XVI con la secta bergogliana contemporánea, tienen mucho en común. Bergoglio, sin embargo, ha eclipsado a todos con su hiperactiva promoción de la inmoralidad y pasos concretos para destruir las leyes de Dios y legalizar el pecado y la depravación LGBTQ. Incluso se entregó al diablo bajo la guía de un chamán en Canadá.
La historia de la Iglesia da testimonio de la lucha constante que se libra no solo en la Iglesia, sino también en el alma de cada miembro del Cuerpo Místico de Cristo. Es una lucha contra la fuente del mal, que es el pecado original. Su envoltura es el ego humano. El ego no acepta la verdad objetiva y se rebela contra los mandamientos de Dios. Por lo tanto, debemos buscar la verdad, luchar por ella y aprender la verdadera autocrítica. Lo aprenderemos al pie de la cruz de Cristo. Allí encontraremos la luz, la verdad y la salvación. Este es el inicio de la verdadera reforma que nos espera en el siglo XXI. ¡Finalmente, lo que está en juego es la salvación o condenación eterna de cada uno de nosotros! ¡Hay que apartarse del camino sinodal suicida y de su artífice, el archihereje Francisco Bergoglio, que no es papa!

El PCB: la voz del que clama en el desierto

3 de febrero de 2023

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