Clase 25 -La Eucaristía- Catecismo para Bárbaros. Los Sacramentos. Padre Javier Olivarera Ravasi.

2 years ago
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La fe en la presencia real de Cristo en
la Eucaristía ha llevado a la Iglesia a
tributar culto de latría (es decir, de
adoración), al Santísimo Sacramento,
tanto durante la liturgia de la Misa
(por esto ha indicado que nos
arrodillemos o nos inclinemos
profundamente ante las especies

consagradas), como fuera de su
celebración: conservando con el
mayor cuidado las hostias
consagradas en el Sagrario (o
Tabernáculo), presentándolas a los
fieles para que las veneren con
solemnidad, llevándolas en
procesión, etc.
Se conserva la Sagrada Eucaristía en
el Sagrario :
— principalmente para poder dar la
Sagrada Comunión a los enfermos y a
otros fieles imposibilitados de
participar en la Santa Misa;
— además, para que la Iglesia pueda
dar culto de adoración a Dios Nuestro
Señor en el Santísimo Sacramento (de
modo especial durante Exposición de
la Santísima Eucaristía, en la
Bendición con el Santísimo; en la
Procesión con el Santísimo
Sacramento en la Solemnidad de
Cuerpo y Sangre de Cristo, etc.);
— y para que los fieles puedan
siempre adorar al Señor
Sacramentado con frecuentes visitas.

En este sentido afirma Juan Pablo II:
«La Iglesia y el mundo tienen una
gran necesidad del culto eucarístico.
Jesús nos espera en este Sacramento
del Amor. No ahorremos nuestro
tiempo para ir a encontrarlo en la
adoración, en la contemplación llena
de fe y pronta a reparar las grandes
culpas y delitos del mundo. No cese
jamás nuestra adoración»
Hay dos grandes fiestas
(solemnidades) litúrgicas en las que
se celebra de modo especial este
Sagrado Misterio: el Jueves Santo (se
conmemora la institución de la
Eucaristía y del Orden Sagrado) y la
solemnidad del Cuerpo y de la Sangre
de Cristo (destinada especialmente a
la adoración y a la contemplación del
Señor en la Eucaristía).

¿Por qué la Eucaristía es el
Banquete Pascual de la Iglesia?

«La Eucaristía es el Banquete Pascual
porque Cristo, realizando

sacramentalmente su Pascua [el paso
de este mundo al Padre a través de su
pasión, muerte, resurrección y
ascensión gloriosa, nos entrega
su Cuerpo y su Sangre, ofrecidos
como comida y bebida, y nos une con
Él y entre nosotros en su sacrificio»

La Misa es, a la vez e
inseparablemente, el memorial
sacrificial en que se perpetúa el
sacrificio de la cruz, y el banquete
sagrado de la comunión en el Cuerpo
y la Sangre del Señor. Pero la
celebración del sacrificio eucarístico
está totalmente orientada hacia la
unión íntima de los fieles con Cristo
por medio de la comunión. Comulgar
es recibir a Cristo mismo que se
ofrece por nosotros»
La Santa Comunión, ordenada por
Cristo («tomad y comed... bebed todos
de él...»: Mt 26,26-28; cfr. Mc 14,22-24;
Lc 22,14-20; 1 Co 11,23-26), forma

parte de la estructura fundamental
de la celebración de la Eucaristía.
Sólo cuando Cristo es recibido por los
fieles como alimento de vida eterna
alcanza plenitud de sentido su
hacerse alimento para los hombres, y
se cumple el memorial por Él
instituido. Por esto la Iglesia
recomienda vivamente la comunión
sacramental a todos aquellos que
participen en la celebración
eucarística y posean las debidas
disposiciones para recibir
dignamente el Santísimo Sacramento.
Necesidad de la Sagrada
Comunión
Cuando Jesús prometió la Eucaristía
afirmó que este alimento no es sólo
útil, sino necesario: es una condición
de vida para sus discípulos. «En
verdad, en verdad os digo que si no
coméis la carne del Hijo del Hombre y
no bebéis su sangre, no tendréis vida
en vosotros» (Jn 6,53).
Comer es una necesidad para el
hombre. Y, como el alimento natural

mantiene al hombre en vida y le da
fuerzas para caminar en este mundo,
de modo semejante la Eucaristía
mantiene en el cristiano la vida en
Cristo, recibida con el bautismo, y le
da fuerzas para ser fiel al Señor en
esta tierra, hasta la llegada a la Casa
del Padre. Los Padres de la Iglesia
han entendido el pan y el agua que el
Ángel ofreció al profeta Elías como
tipo de la Eucaristía (cfr. 1 Re 19, 1-8):
después de recibir el don, el que
estaba agotado recupera su vigor y es
capaz de cumplir la misión de Dios.
La Comunión, por tanto, no es un
elemento que puede ser añadido
arbitrariamente a la vida cristiana;
no es necesaria sólo para algunos
fieles especialmente comprometidos
en la misión de la Iglesia, sino que es
una necesidad vital para todos: puede
vivir en Cristo y difundir su Evangelio
sólo quien se nutre de la vida misma
de Cristo.
El deseo de recibir la Santa Comunión
debería estar siempre presente en los
cristianos, como permanente debe

ser la voluntad de alcanzar el fin
último de nuestra vida. Este deseo de
recibir la Comunión, explícito o al
menos implícito, es necesario para
alcanzar la salvación.
Además, la recepción de hecho de la
Comunión es necesaria, con
necesidad de precepto eclesiástico,
para todos los cristianos que tienen
uso de razón: «La Iglesia obliga a los
fieles (...) a recibir al menos una vez
al año la Eucaristía, si es posible en
tiempo pascual preparados por el
sacramento de la Reconciliación»

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