DK4-07- El deseo de Dios - 1ª Parte. Fray Nelson Medina.

2 years ago
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Mi alma se consume de deseos por los atrios del Señor; mi corazón y mi carne claman ansiosos por el Dios viviente. Salmos, 84, 3

Deja que se consuma tu alma en deseos... Deseos de amor, de olvido, de santidad, de Cielo... No te detengas a pensar si llegarás alguna vez a verlos realizados —como te sugerirá algún sesudo consejero—: avívalos cada vez más, porque el Espíritu Santo dice que le agradan los “varones de deseos”.

Deseos operativos, que has de poner en práctica en la tarea cotidiana.

Me parece muy oportuno que con frecuencia manifiestes al Señor un deseo ardiente, grande, de ser santo, aunque te veas lleno de miserias...

Hazlo, ¡precisamente por esto! Haz presentes al Señor, con sinceridad y constantemente, tus
deseos de santidad y de apostolado..., y entonces no se romperá el pobre vaso de tu alma; o, si se rompe, se recompondrá con nueva gracia, y seguirá sirviendo para tu propia santidad y para el apostolado.

Cuando en tu lucha diaria, compuesta ordinariamente de muchos pocos, hay deseos y realidades de agradar a Dios de continuo, te lo aseguro: ¡nada se pierde!

Fomenta esos pensamientos nobles, esos santos deseos incipientes... -Un chispazo puede dar lugar a una hoguera.

¡Qué grandes deseos te consumen de resellar la entrega que hiciste en su momento: saberte y vivir como hijo de Dios! -Pon en las manos del Señor tus muchas miserias e infidelidades.

También, porque es el único modo de aliviar su peso.

Deseos de niño Cuando un alma de niño hace presentes al Señor sus deseos de indulto, debe estar segura de que verá pronto cumplidos esos deseos: Jesús arrancará del alma la cola inmunda, que arrastra por sus miserias pasadas; quitará el peso muerto, resto de todas las impurezas, que le hace pegarse al suelo; echará lejos del niño todo el lastre terreno de su corazón para que suba hasta la Majestad de Dios, a fundirse en la llamarada viva de Amor, que es ÉL.

Niño: ¿no te enciendes en deseos de hacer que todos le amen?

Dios no se escandaliza de los hombres. Dios no se cansa de nuestras infidelidades.

Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve de nuevo a Él, cuando se arrepiente y pide perdón.

Nuestro Señor es tan Padre, que previene nuestros deseos de ser perdonados, y se adelanta,
abriéndonos los brazos con su gracia. Mirad que no estoy inventando nada.

Recordad aquella parábola que el Hijo de Dios nos contó para que entendiéramos el amor del Padre que está en los cielos: la parábola del hijo pródigo.

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