La Iglesia es visible - El Sacerdocio de Cristo viene de Melquisedec. Frank Morera.

2 years ago
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El sacerdocio de Cristo

De entre el pueblo de Israel, designado en Ex 19,6 como «reino de sacerdotes», la tribu de Leví fue
escogida por Dios «para el servicio de la Morada del Testimonio» (Nm 1,50); a su vez, de entre los levitas se consagraban los sacerdotes de la antigua alianza con el rito de la unción (cfr. Ex 29,1-7), al conferirles una función «en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados» (Hb 5,1).

Como elemento de la ley mosaica, este sacerdocio es «introducción a una esperanza mejor» ( Hb 7,19), «sombra de los bienes futuros», mas de por sí «no puede nunca, mediante unos mismos
sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, dar la perfección a los que se acercan» (Hb 10,1).

El sacerdocio levítico prefiguró de algún modo en el pueblo elegido la plena realización del sacerdocio en Jesucristo, no ligado ni a la genealogía, ni a los sacrificios del templo, ni a la Ley, sino sólo al mismo Dios (cfr. Hb 6,17-20 y 7,1ss).

Por eso, fue «proclamado por Dios Sumo Sacerdote a semejanza de Melquisedec» (Hb 5,10), quien «mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados» (Hb 10,14).

En efecto, el Verbo de Dios encarnado, en cumplimiento de las profecías mesiánicas, redime a todos los hombres con su muerte y resurrección, entregando su propia vida en cumplimiento de su condición sacerdotal.

Este sacerdocio, que Jesús mismo presenta en términos de consagración y misión (cfr. Jn 10,14), tiene, por tanto, valor universal: no existe «una acción salvífica de Dios fuera de la única mediación de Cristo».

2. El sacerdocio en los apóstoles y en la sucesión apostólica

En la última cena, Jesús manifiesta la voluntad de hacer participar a sus apóstoles de su sacerdocio, expresado como consagración y misión: «Como tú me has enviado al mundo, yo
también los he enviado al mundo.

Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad» (Jn 17,18- 19).

Esta participación se hace realidad en distintos momentos a lo largo del ministerio de Cristo que
pueden considerarse como los sucesivos pasos que conducirán a la institución del orden sagrado: cuando llama a los apóstoles constituyéndoles como colegio (cfr. Mc 3,13-19), cuando les instruye y los envía a predicar (cfr. Lc 9,1-6), cuando les confiere el poder de perdonar los pecados (cfr. Jn 20,22- 23), cuando les confía la misión universal (cfr. Mt 28,18-20); hasta la especialísima ocasión en que les ordena celebrar la Eucaristía: «haced esto en memoria mía» (1 Co 11,24).

En la misión apostólica ellos «fueron confirmados plenamente el día de Pentecostés»

Durante su vida, «no sólo tuvieron diversos colaboradores en el ministerio, sino que a fin de que la
misión a ellos confiada se continuase después de su muerte, los apóstoles, a modo de testamento, confiaron a sus cooperadores inmediatos el encargo de acabar y consolidar la obra por ellos comenzada (...)

Y les dieron la orden de que, a su vez, otros hombres probados, al morir ellos, se hiciesen cargo del ministerio».

Es así como «los obispos, junto con los presbíteros y diáconos, recibieron el ministerio de la comunidad para presidir sobre la grey en nombre de Dios como pastores, como maestros de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros dotados de autoridad»

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