María es el Arca de la Alianza. Fray Nelson Medina.

2 years ago
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"La Santísima Virgen es modelo de comportamiento para nosotros",

La primera lectura de la Misa nos propone aquella escena que san Juan describe en el Apocalipsis: se abrió el templo de Dios en el cielo y en él apareció el arca de su alianza (...).

Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.

¿Cuál es el significado del arca? ¿Qué aparece? Para el Antiguo Testamento, es el símbolo de la
presencia de Dios en medio de su pueblo.

Pero el símbolo ya ha cedido el puesto a la realidad.

Así el Nuevo Testamento nos dice que la verdadera arca de la alianza es una persona viva y concreta: es la Virgen María. Dios no habita en un mueble.

Dios habita en una persona, en un corazón: María, la que llevó en su seno al Hijo eterno de Dios hecho hombre, Jesús, nuestro Señor y Salvador.

En Ella, por la encarnación del Verbo en sus entrañas purísimas, se cumplen de modo pleno las promesas divinas al antiguo pueblo de Israel.

Dios ha establecido un pacto nuevo y definitivo no ya con una nación, sino con la humanidad entera; no en el monte Sinaí, sino en el seno inmaculado de María, donde el Verbo se hizo carne para habitar entre nosotros.

Demos gracias a Nuestra Señora por haber secundado perfectísimamente el designio divino con su humildad, su obediencia y su pureza.

Roguémosle que sus hijas y sus hijos —los hombres y las mujeres de todos los tiempos— sigamos su ejemplo, esforzándonos por cultivar, con la ayuda divina, las virtudes que brillan en nuestra Madre.

Algunas consecuencias que podemos descubrir al contemplar esta escena.

El autor de la epístola a los Hebreos recuerda que la estancia más importante del antiguo templo de Jerusalén, el Santo de los Santos, contenía el altar de oro para el incienso y el arca de la alianza totalmente recubierta de oro, en la que estaban la urna de oro con el maná, la vara de Aarón que había retoñado y las tablas de la alianza .

Detengámonos en la figura del arca, símbolo de María.

El hecho de que se encontrara en el lugar más sagrado del templo nos habla ya de la especial
cercanía e intimidad de la Virgen con Dios: ¡más que Tú, sólo Dios!, exclamamos gozosamente y sintiendo esa necesidad, unidos a san Josemaría.

Las tablas de la Ley, que Dios entregó a Moisés, manifestaban la voluntad divina de mantener la alianza con su pueblo, si éste permanecía fiel a su pacto.

La Sagrada Escritura narra cómo, a pesar de todos los cuidados del Señor, Israel fue repetidamente infiel.

No así la Santísima Virgen, pues —como recalca el Papa— María es el arca de la alianza, porque acogió en sí a Jesús; acogió en sí la Palabra viva, todo el contenido de la voluntad de Dios, de la verdad de Dios; acogió en sí a Aquel que es la Alianza nueva y eterna, que culminó con la ofrenda de su cuerpo y de su sangre: cuerpo y sangre recibidos de María.

Aquí descubrimos una primera lección de nuestra Madre, que deseamos asimilar más profundamente, para practicarla: la invitación a buscar a diario la unión más plena posible con la Voluntad santa de Dios, en los momentos agradables y especialmente en aquellos otros que resultan molestos y exigen sacrificio.

La fidelidad al querer divino en las circunstancias costosas será la prueba más clara de la rectitud de nuestras intenciones y de la firmeza de nuestros deseos de seguir de cerca a Jesús.

El arca de la alianza, además de contener las tablas de la ley, encerraba una porción del maná con el que Dios había nutrido al pueblo durante su peregrinar por el desierto.

Ese alimento —lo enseñó el mismo Jesús en el discurso del Pan de Vida, en Cafarnaún — era signo de la Eucaristía, verdadero cuerpo y sangre de Cristo que, bajo el velo del sacramento, reservamos en nuestros tabernáculos para adorar al Señor y para alimentarnos de ese gran Tesoro.

Él se ha hecho nuevo maná para quienes vamos de camino hacia la morada eterna.

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