Vamos a orar -10- Crecer en la Gratitud. FRAY NELSON MEDINA.

2 years ago
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Todo es bueno, todo es para bien. En estas palabras se transparentan dos textos de la Escritura.

De un lado, el crescendo de alegría de Dios durante la creación, que desemboca en la conclusión de que «todo lo que había hecho (...) era muy bueno» (Gn 1,31).

Del otro, aquella máxima de san Pablo ―«todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios» (Rm 8,28.

El reconocimiento por las cosas buenas y la esperanza de que Dios sabrá sacar un bien de lo que parece malo: Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. ―Porque te da esto y lo otro. ―Porque te han despreciado. ―Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes.

Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. ―Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta. ―Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso...

Dale gracias por todo, porque todo es buen.

Como se puede observar a simple vista, la secuencia de los motivos de agradecimiento no sigue un orden particular: si todo es bueno, lo es la primera cosa que se nos presenta, y la siguiente, y la otra... todas son motivos de agradecimiento.

«Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta».

Mira adonde quieras, parece decirnos san Josemaría: no encontrarás más que motivos de agradecimiento.

Se refleja en estas líneas, en fin, una admiración que se desborda ante la bondad de Dios; un asombro que recuerda el cántico de las criaturas de san Francisco, en el que también todo es motivo de agradecimiento: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas (...).

Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire, y la nube y el cielo sereno, y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento (...).

Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor»

«Porque te da esto y lo otro». Cuántas cosas nos da Dios, y qué fácilmente nos acostumbramos a ellas.

La salud, a la que se ha llamado «el silencio de los órganos», es quizá un ejemplo paradigmático: suele suceder que la damos por descontado hasta que el cuerpo empieza a hacerse notar; y quizá solo entonces valoramos, por su ausencia, lo que teníamos.

El agradecimiento consiste aquí, en parte, en adelantarse; en afinar el oído para percibir el silencio, la discreción con la que Dios nos da tantas cosas.

«Las misericordias de Dios nos acompañan día a día. Basta tener el corazón vigilante para poderlas percibir.

Somos muy propensos a notar solo la fatiga diaria (...). Pero si abrimos nuestro corazón, entonces, aunque estemos sumergidos en ella, podemos constatar continuamente qué bueno es Dios con nosotros; cómo piensa en nosotros precisamente en las pequeñas cosas, ayudándonos así a alcanzar las grandes»

Sería empequeñecer este agradecimiento pensar que se trata simplemente de la respuesta a una deuda de gratitud.

Es mucho más: precisamente porque consiste en saborear lo bueno, agradecer a Dios es disfrutar con Él de las cosas buenas que nos da, porque en compañía de las personas queridas siempre se disfruta más.

Hasta lo más prosaico puede ser entonces motivo para pasarlo bien; para no tomarse demasiado en serio; para descubrir la alegría de vivir «en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios:

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