La Existencia de Dios y sus Perfecciones. Catecismo para Bárbaros 01 Padre Javier Olivarera Ravasi.

2 years ago
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Purificados de la superstición, debida en definitiva a la ignorancia y el pecado, las expresiones de la religiosidad humana manifiestan la convicción de que existe un Dios creador, del cual dependen el mundo y nuestra existencia personal.

Si es verdad que el politeísmo ha acompañado muchas fases de la historia humana, también es verdad que la dimensión más profunda de la religiosidad humana y de la sabiduría filosófica han buscado la justificación radical del mundo y de la vida humana en un único Dios, fundamento de la realidad y cumplimiento de nuestra aspiración a la felicidad.

A pesar de su diversidad, las expresiones artísticas, filosóficas, literarias, etc. presentes en la cultura de los pueblos, a todas les acomuna la reflexión sobre Dios y sobre los temas centrales de la existencia humana: la vida y la muerte, el bien y el mal, el destino último y el sentido de todas
las cosas.

Como estas manifestaciones del espíritu humano testimonian a lo largo de la historia, se puede decir que la referencia a Dios pertenece a la cultura humana y constituye una dimensión esencial de la sociedad y de los hombres.

La libertad religiosa representa, por tanto, el primero de los derechos, y la búsqueda de Dios, el primero de los deberes: todos los hombres «por su misma naturaleza y por obligación moral están obligados a adherirse a la verdad, una vez conocida».

La negación de Dios y el intento de excluirlo de la cultura y de la vida social y civil son fenómenos
relativamente recientes, limitados a algunas áreas del mundo occidental.

El hecho de que los grandes interrogantes religiosos y existenciales permanezcan invariables en el tiempo desmiente la idea de que la religión esté circunscrita a una fase “infantil”
de la historia humana, destinada a desaparecer con el progreso del conocimiento.

El cristianismo asume cuanto hay de bueno en la investigación y en la adoración de Dios manifestadas históricamente por la religiosidad humana, desvelando, sin embargo, su verdadero significado, el de un camino hacia el único y verdadero Dios que se ha revelado en la historia de la salvación entregada al pueblo de Israel y que ha venido a nuestro encuentro haciéndose hombre en Jesucristo, Verbo Encarnado.

El intelecto humano puede conocer la existencia de Dios acercándose a Él a través de un camino que tiene como punto de partida el mundo creado y que posee dos itinerarios, las criaturas materiales y la persona humana. Aunque este camino haya sido desarrollado especialmente por autores cristianos, los itinerarios que partiendo de la naturaleza y de las actividades del espíritu humano llevan hasta Dios, han sido expuestos y recorridos por muchos filósofos y pensadores de diversas épocas y culturas.

Las vías hacia la existencia de Dios también se llaman “pruebas”, no en el sentido que la ciencia matemática o natural da a este término, sino en cuanto argumentos filosóficos convergentes y convincentes, que el sujeto comprende con mayor o menor profundidad dependiendo de su formación específica .

Que las pruebas de la existencia de Dios no puedan entenderse en el mismo sentido de las pruebas utilizadas por las ciencias experimentales se deduce con claridad del hecho que Dios no es objeto de nuestro conocimiento empírico.

Cada vía hacia la existencia de Dios alcanza solamente un aspecto concreto o dimensión de la realidad absoluta de Dios, el del específico contexto filosófico en el cual la vía se desarrolla: «partiendo del movimiento y del devenir, de la contingencia, del orden y de la belleza del mundo se puede llegar a conocer a Dios como origen y fin del universo» .

La riqueza y la inconmensurabilidad de Dios son tales que ninguna de estas vías por sí misma puede llegar a una imagen completa y personal de Dios, sino solamente a alguna faceta de ella:
existencia, inteligencia, providencia, etc.

Entre las llamadas vías cosmológicas, unas de las más conocidas son las célebres “cinco vías” elaboradas por Santo Tomás de Aquino, que recogen en buena medida las reflexiones de filósofos anteriores a él; para su comprensión se precisa conocer algunos elementos de metafísica.

Las primeras dos vías proponen la idea de que las cadenas causales (paso de la potencia al acto, paso de la causa eficiente al efecto) que observamos en la naturaleza no pueden proseguir en el pasado hasta el infinito, sino que deben apoyarse en un primer motor y sobre una primera causa.

La tercera, partiendo de la observación de la contingencia y limitación de los entes naturales, deduce que su causa debe ser un Ente incondicionado y necesario; la cuarta, considerando los grados de perfección participada que se encuentran en las cosas, deduce la existencia de una fuente para todas estas perfecciones; la quinta vía, observando el orden y el finalismo presentes en el mundo, consecuencia de la especificidad y estabilidad de sus leyes, deduce la existencia de una inteligencia ordenadora que sea también causa final de todo.

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