Vamos a orar, 03. Descansar en Tí, Señor: Para empezar de nuevo desde Tí, Señor. Fray Nelson Medina.

2 years ago
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4. ¿HAY DIFERENTES FORMAS DE ORACIÓN?

El Espíritu Santo nos enseña y recuerda todo lo que Jesús dijo, y nos educa también en la vida de oración, suscitando expresiones que se renuevan dentro de unas formas permanentes de orar: bendecir a Dios, pedirle perdón, pedirle lo que necesitamos, darle gracias y alabarle.

El hombre puede descubrir en su corazón todas las bendiciones de las que Dios le ha hecho partícipe.

A su vez, el hombre puede responder a Dios, la fuente de esas bendiciones, con una oración de bendición.

La adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador. La oración de petición tiene por objeto el perdón, la búsqueda del Reino y cualquier necesidad verdadera.

La oración de intercesión consiste en una petición en favor de otro. No conoce fronteras y se extiende hasta los enemigos. Se funda en la confianza que tenemos en nuestro Padre Dios, que quiere lo mejor para sus hijos y atiende sus necesidades.

Toda alegría y toda pena, todo acontecimiento y toda necesidad pueden ser motivo de oración de
acción de gracias, la cual, participando de la de Cristo, debe llenar la vida entera, como aconsejaba san Pablo a los Tesalonicenses: “En todo dad gracias” (1 Ts 5, 18).

La oración de alabanza, totalmente desinteresada, se dirige a Dios; canta para Él y le da gloria no sólo por lo que ha hecho sino porque ÉL ES.

TEXTOS DE SAN JOSEMARÍA PARA ORAR

Me has escrito: “orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?” —¿De qué? De El, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio.

En dos palabras: conocerle y conocerte: “¡tratarse!”

“Reza por mí”, le pedí como hago siempre. Y me contestó asombrado: “¿pero es que le pasa algo?” Hube de aclararle que a todos nos sucede o nos ocurre algo en cualquier instante; y le añadí que, cuando falta la oración, “pasan y pesan más cosas”.

Es muy importante —perdonad mi insistencia— observar los pasos del Mesías, porque El ha venido a mostrarnos la senda que lleva al Padre.

Descubriremos, con El, cómo se puede dar relieve sobrenatural a las actividades aparentemente más pequeñas; aprenderemos a vivir cada instante con vibración de eternidad, y comprenderemos con mayor hondura que la criatura necesita esos tiempos de conversación íntima con Dios: para tratarle, para invocarle, para alabarle, para romper en acciones de gracias, para escucharle o, sencillamente, para estar con El.

Con esta búsqueda del Señor, toda nuestra jornada se convierte en una sola íntima y confiada conversación.

Lo he afirmado y lo he escrito tantas veces, pero no me importa repetirlo, porque Nuestro Señor nos hace ver —con su ejemplo— que ése es el comportamiento certero: oración constante, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana.

Cuando todo sale con facilidad: ¡gracias, Dios mío! Cuando llega un momento difícil: ¡Señor, no me abandones! Y ese Dios, manso y humilde de corazón, no olvidará nuestros ruegos, ni permanecerá indiferente, porque Él ha afirmado: pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá.

Qué firmeza nos debe producir la Palabra divina! No me he inventado nada, cuando —a lo largo de mi ministerio sacerdotal— he repetido y repito incansablemente ese consejo.
Está recogido de la Escritura Santa, de ahí lo he aprendido: ¡Señor, que no sé dirigirme a Ti! ¡Señor, enséñanos a orar! Y viene toda esa asistencia amorosa —luz, fuego, viento impetuoso— del Espíritu Santo, que alumbra la llama y la vuelve capaz de provocar incendios de amor.

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