¿Estás poniendo a producir tus talentos? MARAVILLOSO MENSAJE Y ENSEÑANZA DEL PADRE LUIS TORO

2 years ago
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HACER FRUCTIFICAR LOS TALENTOS

Una parte no pequeña de una vida lograda consiste precisamente en eso, en desarrollar las capacidades recibidas.

El Señor se ha prendado de vosotros y os ha elegido, no porque seáis el pueblo más grande de
todos los pueblos, puesto que sois el más pequeño, sino que ha sido por el amor del Señor y por su fidelidad a la promesa que hizo a vuestros padres.

Cada hombre ha sido fruto de un amor de predilección: al dar la vida a las criaturas humanas, Dios quiere que todas participen de su bondad y felicidad, quiere ser amado libremente por ellas.

A pesar de que los hombres le olvidan o desprecian, Él no cesa de buscarlos, de rondarlos, de pedir su correspondencia: su designio no cambia, su amor no acaba nunca.

Él es el Dios fiel; por su amor infinito, no se arrepiente de sus dones. Las primeras páginas del Antiguo Testamento muestran cómo la fidelidad del Creador no depende de las debilidades y traiciones de sus criaturas.

Al pecado de Adán y Eva responde el Señor con sus paternales cuidados: los viste amorosamente, les promete un redentor; ante las infidelidades del pueblo de Israel, el Señor siempre se manifiesta como un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en misericordia y fidelidad,
dispuesto a perdonar, a acoger las peticiones de los profetas en favor del pueblo por la fidelidad a sus promesas.

En el Nuevo Testamento, la fidelidad y el amor divinos llegan a su máxima expresión: la encarnación del Hijo sella de un modo nuevo la Alianza de Dios con toda la humanidad.

Jesucristo nos ha constituido parte de su Cuerpo Místico, y así el hombre puede ser auténticamente hijo de Dios en el Hijo unigénito, participando de la vida divina. Cristo realiza plenamente y por siempre lo que Moisés había pedido a Yahvé: si no vienes tú mismo, no nos hagas partir de aquí; pues ¿en qué se notará que tu pueblo y yo hemos hallado gracia a tus ojos, si tú no caminas con nosotros?

A TIERRAS LEJANAS

La fidelidad de Dios aviva nuestra esperanza. A la luz de la fe, ningún hombre debería dudar de que el Señor le ofrece su amor y amistad, y este fundamento de nuestra esperanza es, al mismo tiempo, estímulo para nuestra respuesta fiel

al amor de Dios.

Diversos pasajes de los Evangelios cuentan cómo Jesucristo alaba la fidelidad de los hombres.

Así, en el elogio del administrador fiel y prudente, que espera la llegada de su amo, el Señor se goza anunciando la recompensa de esa actitud: dichoso aquel siervo a quien su amo cuando vuelva encuentre obrando así.

En verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda.

Esta misma idea aparece reflejada en la parábola de los talentos. San Josemaría la comentó repetidas veces, y veía algo similar a una fórmula de canonización en las palabras dirigidas al siervo bueno y fiel.

La historia comienza cuando un hombre al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus bienes.

A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno sólo: a cada uno según su capacidad; y se marchó.

A semejanza de esos siervos, Dios ha puesto a disposición de cada hombre un don totalmente gratuito: una vida que es, al mismo tiempo, vocación a la comunión con el Creador.

Sin embargo, Mateo destaca que el don corresponde a la capacidad de cada uno: a uno le entrega cinco talentos, porque sabe que es capaz de gestionar esa suma; a otro, dos; y al último, uno.

Dios –hablando con categorías humanas– utiliza “la justicia de las madres”: da a cada uno según lo que puede sobrellevar, según las posibilidades que Él mismo ha puesto en cada persona.

En nuestro caso, junto a otros muchos dones, quizá nos ha confiado una vocación, un camino, un modo de vivir en la Iglesia.

Es el talento que mejor responde a nuestro ser, pues el conocimiento que Dios tiene de nosotros es amor creativo.

Nadie, por tanto, puede pensar que Dios le pide demasiado, o que se ha excedido con él, o que le ha colocado en un lugar que no es el suyo, o que sus fuerzas son escasas para la tarea
encomendada: a todos da su gracia, y se la da en la medida en que a cada uno le hace falta; y, a la vez, Dios pide mucho: ¡todo!

El Señor espera que correspondamos a su don administrándolo con prontitud, constancia e iniciativa.

Así actuaron la mayoría de los siervos de la parábola: el que había recibido cinco talentos fue inmediatamente y se puso a negociar con ellos y llegó a ganar otros cinco.

Del mismo modo, el que había recibido dos.

Lo importante aquí no es adónde fue el siervo, sino su generosidad, pues inmediatamente se
puso a buscar dónde invertir su dote.

Una parte no pequeña de una vida lograda consiste precisamente en eso, en desarrollar las capacidades recibidas, intelectuales, de simpatía, de amabilidad, de relación, de trabajo, para poner todas esas aspiraciones a los pies del amo, de tal manera que Jesús pueda entrar ahí con libertad, y que no se convierta en el ídolo del propio egoísmo

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