Thomas Sowell - Subvenciones e impuestos

2 years ago
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SUBVENCIONES E IMPUESTOS

Lo ideal es que los precios permitan a diversos usuarios alternativos competir por
recursos escasos en el mercado. Sin embargo, esta competencia se distorsiona en el momento en que se gravan impuestos especiales sobre algunos productos o recursos pero no sobre otros, o cuando algunos productos o recursos son subvencionados por el gobierno pero otros no. Los precios que el consumidor debe pagar por los productos o servicios sobre los que pesa un impuesto especial o que son subvencionados no reflejan su coste real de producción y, por lo tanto, no permiten encontrar las mismas soluciones de compromiso que si así lo hicieran. Aun así, siempre existe la tentación política de subvencionar lo «bueno» y gravar lo «malo».

No obstante, cuando ni las cosas buenas ni las malas lo son categóricamente, esto evita que descubramos exactamente hasta qué punto eran buenas o malas estas cosas, permitiendo a las personas elegir libremente, sin ser influenciadas por precios alterados políticamente. La gente que quiere impuestos especiales o subvenciones para ciertas cosas parece no entender que lo que realmente están pidiendo es que los precios expongan de forma errónea la escasez relativa de las cosas y los valores relativos que los usuarios de estas cosas les asignan.

Uno de los factores en las crisis periódicas de agua en California, por ejemplo, es que el agua para uso de los agricultores está tan fuertemente subvencionada, que su precio es menos del uno por ciento de lo que la misma cantidad de agua cuesta en Los Ángeles o San Francisco. El resultado final es que la agricultura, que constituye aproximadamente un 10 por ciento de la producción del estado, consume tres cuartos de su agua. Otra consecuencia de la subvención del agua es que los agricultores producen cultivos que requieren grandes cantidades de agua, como arroz y algodón, en el seco clima de California, cuando esos cultivos nunca serían producidos si los granjeros tuvieran que pagar los costes reales del agua que utilizan. Por más inspirador que suene el hecho de que algunas de las áridas zonas de California hayan podido producir grandes cantidades de frutas y vegetales con la ayuda del agua subvencionada, esas mismas frutas y vegetales pudieron haber sido producidas a un menor coste en otro lugar y con agua gratuita cortesía de las nubes.

La forma de constatar si las frutas y verduras de California valen lo que cuesta producirlas es permitir que todos esos costes sean asumidos por los agricultores de California que compiten con agricultores de otros estados donde hay mayores niveles pluviométricos. No hay necesidad de que los funcionarios del gobierno decidan de forma arbitraria, y categórica, si es bueno o malo que algunos cultivos sean producidos en California con agua suministrada por debajo de su coste real y en forma artificial por proyectos nacionales de irrigación. Estas preguntas se pueden decidir de forma marginal por aquellos que se enfrentan directamente a estas alternativas, a través de la competencia de precios en un libre mercado.

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