Thomas Sowell - Instituciones económicas

2 years ago
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INSTITUCIONES ECONÓMICAS

Una de las formas a través de la cual podría tener lugar la competencia por recursos escasos, sería que aquellos que ostentan el poder político decidan cómo se deben asignar los recursos para sus diferentes usos, y cómo se deben compartir los productos resultantes entre diferentes personas. Esto ha sucedido en regímenes despóticos en la antigüedad y bajo el comunismo moderno. Es posible que los individuos, por cuenta propia, decidan voluntariamente de qué manera compartir las cosas, como lo hacen algunas sociedades tribales o los kibutz israelíes, pero es difícil imaginar cómo hacerlo en sociedades compuestas por millones de personas.

Otro método para compartir los recursos entre individuos que compiten entre sí, es hacer que éstos pujen por estos recursos y los productos que resultan de ellos. En este sistema —el de una economía coordinada por precios— aquellos que quieran usar madera para producir muebles deberán realizar ofertas frente a aquellos que quieran usarla para producir papel, casas o bates de béisbol. Aquellos que quieran usar leche para producir queso, deberán realizar ofertas frente a los que quieran usarla para producir yogur o helado. Es posible que la gran mayoría de los individuos ignore que está compitiendo y simplemente se vea decidiendo qué cantidad de qué cosas comprar y a qué precio. Pero la escasez asegura que haya competencia, incluso si las personas sólo son conscientes de sus propias decisiones de compra en función de la cantidad de dinero que tienen disponible.

Uno de los beneficios incidentales de la competencia y repartición a través de los precios, es que las personas no tienden a verse como rivales, ni desarrollan el tipo de hostilidad que la rivalidad puede traer consigo. Por ejemplo, gran parte de la fuerza laboral y los materiales de construcción necesarios para edificar una iglesia protestante pueden ser utilizados para construir una iglesia católica. Pero si una congregación protestante está recolectando dinero para construir su iglesia, la preocupación será la cantidad de dinero que puedan reunir y cuánto necesitarán para
la construcción del tipo de iglesia que desean. Puede que los precios de la construcción los obliguen a prescindir de algunos de sus planes más elaborados para poder ajustarse a los límites de lo que pueden pagar. Pero es poco probable que culpen a los católicos, a pesar de que la competencia que se genera con ellos por los mismos materiales de construcción hace que los precios sean más altos.

Si, por el contrario, el gobierno construyera iglesias y las repartiese entre los diferentes grupos religiosos, protestantes y católicos serían rivales y ninguno de ellos tendría incentivo financiero alguno para recortar sus planes de construcción en beneficio del otro. En cambio, cada uno tendría un incentivo para justificar, de la forma más contundente posible y en favor de sus necesidades, la movilización de sus seguidores en la arena política, para insistir en recibir lo que desean y oponerse a cualquier intención de reducir sus planes. La escasez de los materiales y la mano de obra aún limitaría lo que se puede construir, pero ese límite sería impuesto políticamente y visto por ambos grupos como resultado de su rivalidad. Por supuesto, la Constitución de Estados Unidos prohíbe al gobierno construir iglesias para grupos religiosos, sin duda para evitar rivalidades políticas y resentimientos entre sus habitantes, e inclusive el derramamiento de sangre que se ha producido en otros países.

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