El Cordero PASCUAL como Proto-sacramento en el antiguo testamento. Fray Nelson Medina. Sacr. 04

2 years ago
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Por eso «es toda la comunidad, el Cuerpo de Cristo
unido a su cabeza quien celebra»

En el centro de la asamblea se encuentra por tanto el mismo Jesucristo (cfr. Mt 18,20), ahora resucitado y glorioso. Cristo precede a la asamblea que celebra. Él –que actúa inseparablemente unido al Espíritu Santo- la convoca, la reúne y la enseña. Él, Sumo y Eterno Sacerdote es el protagonista principal de la acción ritual que hace presente el evento fundador, si bien se sirve de sus ministros para re-presentar (para hacer presente, real y verdaderamente, en el aquí y ahora de la celebración litúrgica) su
sacrificio redentor y hacernos partícipes de los dones conviviales de su Eucaristía.
Sin olvidar que formando con Cristo-Cabeza «como una única persona mística»18, la Iglesia
actúa en los sacramentos como “comunidad sacerdotal”, “orgánicamente estructurada”:
gracias al Bautismo y la Confirmación, el pueblo sacerdotal se hace apto para celebrar la liturgia. Por eso, «las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia..., pertenecen a todo el Cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo manifiestan, pero afectan a cada miembro de este Cuerpo de manera diferente, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual»
En cada celebración litúrgica coparticipa toda la Iglesia, cielos y tierra, Dios y los hombres
(cfr. Ap 5). La liturgia cristiana, aunque se celebre solamente aquí y ahora, en un lugar
concreto y exprese el sí de una comunidad determinada, es por naturaleza católica, proviene
del todo y conduce al todo, en unidad con el Papa, con los obispos en comunión con el
Romano Pontífice, con los creyentes de todas las épocas y lugares «para que Dios sea todo en todas las cosas» (1 Co 15, 28). Desde esta perspectiva es fundamental el principio de que el verdadero sujeto de la liturgia es la Iglesia, concretamente la comunión Sanctorum de todos
los lugares y de todos los tiempos. Por eso cuanto más una celebración está animada de esta conciencia, tanto más concretamente en ella se realiza el sentido de la liturgia. Expresión de esta conciencia de unidad y universalidad de la Iglesia es el uso del latín y del canto
gregoriano en algunas partes de la celebración litúrgica.

A partir de estas consideraciones podemos decir que la asamblea que celebra es la comunidad
de los bautizados que, «por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan
consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo para que ofrezcan, a través de las obras propias del cristiano, sacrificios espirituales». Este “sacerdocio común” es el de Cristo único hasta la consumación del designio de Dios, la Iglesia no cesa de presentar al Padre “la ofrenda de sus propios dones” y de implorar que el Espíritu Santo venga sobre esta ofrenda, sobre ella misma, sobre los fieles y sobre el mundo entero, a fin de que por la comunión en la muerte y en la resurrección de Cristo-Sacerdote y por el poder del Espíritu estas bendiciones divinas den frutos de vida “para alabanza de la gloria de su gracia” «Que la oblación redunde en salvación de todos -Orate, fratres, reza el sacerdote-, porque este sacrificio es mío y vuestro, de toda la Iglesia Santa. Orad, hermanos, aunque seáis pocos los que os encontráis reunidos; aunque sólo se halle materialmente presente nada más un cristiano, y aunque estuviese solo el celebrante: porque cualquier Misa es el holocausto universal, rescate de todas las tribus y lenguas y pueblos y naciones (cfr. Ap 5, 9).
Todos los cristianos, por la Comunión de los Santos, reciben las gracias de cada Misa, tanto si se celebra ante miles de personas o si ayuda al sacerdote como único asistente un niño, quizá distraído. En cualquier caso, la tierra y el cielo se unen para entonar con los Angeles del Señor: Sanctus, Sanctus, Sanctus...»

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